El Arte de la Prudencia es un manual compuesto por sentencias o aforismos breves basados en la prudencia, y cuyo fin es orientar la vida práctica y las relaciones humanas. Su autor, Baltasar Gracián, nació en 1601, en Aragón, España e ingresó en la Compañía de Jesús en 1619, donde se ordenaría 7 años más tarde. Debido a la publicación de El Criticón sin consentimiento de la orden fue duramente castigado y se apartó del sacerdocio, al que volvería cerca del final de su vida.
Algunas de sus obras fueron El Héroe, El Político, El Discreto o El Criticón, aunque su obra más conocida es la que hoy presentamos. Los consejos que Gracián propone tienen un matiz más religioso que el que plantean otras obras como El Cortesano de Castiglione o El Príncipe de Maquiavelo, pero no por ello son menos incisivos.
El Arte de la Prudencia
Si le gustaron tratados de estrategia militar como El Arte de la Guerra de Sun Tzu y El Libro de los 5 Anillos de Miyamoto Musashi, posiblemente le guste El Arte de la Prudencia de Baltasar Gracián. A continuación les dejamos con 34 de mis máximas favoritas tomadas de “El Arte de la Prudencia”, de Baltasar Gracián. Podrán leer las 300 que componen la obra original al final del artículo.
Trata con quien puedas aprender. Convierte siempre el trato amigable con gente que sean escuela de erudición, y cuya conversación sea enseñanza culta. Haz de tus amigos maestros, aprovechando el gusto de conversar para el útil aprendizaje.
Refina lo que te dio la naturaleza. No hay belleza que no haya sido trabajada, ni virtud que no luzca bárbara sin el brillo de la elaboración. Lo que se pule mejora lo malo y perfecciona lo bueno. Si te quedas en lo que te dio la naturaleza, seras común y corriente. Aplícate cada día al arte de superarte.
Obra siempre con una intención inesperada. Apunta hacia un objetivo, para deslumbrar, amaga al aire con destreza, pero en la realidad ejecuta lo que nadie espera, dejando siempre lugar para disimular tus verdaderos fines.
Hállale el punto débil a cada uno. Es el arte de manejar voluntades. Cultiva la destreza de saber por dónde llegarle a cada uno. No hay hombre que no tenga sus especiales aficiones, distintas según la variedad de los caracteres. Todos adoran algo: unos las alabanzas, otros la fortuna y los más el placer.
Valora más la calidad que la cantidad. No consiste la perfección en la cantidad, sino en la calidad. Todo lo muy bueno ha sido siempre poco y raro. No se valora mucho lo que existe en abundancia.
Nunca caigas en lo vulgar. No te dejes llevar por el gusto. Gran sabio es el que se cuida de preferir lo que prefieren los muchos.
Vive siempre en disposición de dar a los demás. Quien gobierna gana gran crédito si da, si hace el bien. Es la elegante manera del soberano conquistar el afecto de todos.
Debes saber abstenerte. Si es gran virtud de la vida saber negarse a los demás, mayor tesoro será saber negarse a sí mismo, tanto en asuntos personales como de negocios. Hay aficiones viciosas que son como polillas que corroen tu precioso tiempo.
Descubre tu principal virtud. Has de saber en qué profesión eres más capaz, y cultivar eso, y usarlo para ayudar a los demás. Cualquiera puede conseguir la prestancia en algo, si descubre que esa es su vocación.
Pondera bien las cosas. Muchos ponderan siempre al revés, por darle mucha prominencia a lo que no la tiene, y darle poca a lo que realmente la tiene.
Conoce el liderazgo natural. Tiene una secreta fuerza que le da superioridad. No viene de molestosas formas artificiosas, sino que surge de manera espontánea. Es hombre al que siguen todos, sin advertir cómo.
Huye de los conflictos, que siempre traen otros. Es de los primeros requerimientos de hombre comedido. Los más capaces e inteligentes están siempre lejos de caer en esas situaciones problemáticas.
Si tienes grandeza interior, eres persona mejor. Siempre valdrá más lo interior que lo exterior. Sujetos hay que son sólo fachada, como casas a medio acabar, porque les faltó fuerza interna: tienen entrada de palacio y habitación de choza.
Sé juicioso y observador. Así dominarás las situaciones, en vez de que ellas te dominen a ti. Penetra con tu pensamiento hasta lo más profundo, aprende a analizar y juzgar todo. Cuando veas a una persona, estudia y valora su esencia profunda.
Nunca te faltes el respeto. Ni pelees contigo mismo a solas. Sea tu misma entereza la norma que guíe tu rectitud, y témele más a la severidad de tu dictamen que a los preceptos externos que prediquen otros.
Es importante que sepas elegir. Generalmente, de esto depende tu vida. Se fundamenta en el buen juicio y el recto pensar, para lo cual no bastan inteligencia y estudio. Se necesita sobre todo el discernimiento.
Debes tener buenas respuestas repentinas. Hay hombres que bajo presión hacen todo mejor. Suelen ser fenómenos que repentinamente en todo aciertan, y errarían si los dejaran pensar.
Adáptate a la situación, y usa tus recursos con moderación. No has de mostrar tus conocimientos en el trato con todos, ni de emplear más fuerzas de las que son necesarias para conseguir algo.
Debes saber decir que no. No todo lo que te piden has de concederlo, ni a todos. No conceder es tan importante como saber conceder, y en los que gobiernan, es urgente dominar esto. El secreto está en el modo en que lo hagas.
Aprende a llevarte bien con todos. Sé docto con el docto, y con el santo, santo. Es el secreto para ganártelos a todos, porque la identificación con el otro concita benevolencia.
Cuídate al interpretar lo que te cuentan. Dependemos mucho de lo que nos cuentan. Es muy poco lo que podemos ver directamente, y hay por ello que oír lo que nos dicen. El oído es la segunda puerta de la verdad y primera de la mentira.
Aprende a usar a tu favor a los enemigos. Un acto de agresión puede advertirte de muchas dificultades que jamás podría aclararte un acto a tu favor. Los enemigos te permiten descubrir tus virtudes y defectos, y así fabrican tu grandeza. Más peligrosa es la lisonja que el odio.
No exhibas demasiado tus aciertos. Un defecto de lo excelente es que si se usa demasiado se convierte en abuso. Quien codicia todo enfadará a todos.
Cuídate de los chismosos. Hay mucha gente vulgar cuyas cabeza, ojos y lengua están al servicio de la malicia y el descrédito. Son voces que manchan el prestigio y la reputación. Cuando lleguen a ti, dales el puntapié del indiferente desaire.
Conócete a ti mismo. No podrás nunca dominarte si no te comprendes a ti mismo, en inteligencia y saber, en órdenes y amores.
Gánate el afecto de los demás. Es uno de los primeros y mayores mandatos del Creador, que supo preverlo. Por el afecto entra el concepto. Es decir, no basta tener razón en lo que dices: debe decirse con amor. Algunos confían sólo en sus argumentos, pero es difícil convencer sin darse a querer.
Cuando tengas fortuna, prepárate para cuando no la tengas. Aprovecha el cálido verano y prepárate a recibir el duro invierno.
Evita la rivalidad y no se sabrá tu debilidad. Cuando entras a polemizar, buscando deslucir a otro, te desluces tú. Son pocos aquellos para los que es buena una pelea, pues la riña hace público los defectos que guardaba la cortesía. Muchos tuvieron reputación hasta que entraron en disputas.
Debes saber convivir con quienes te rodean. También con los que te muestran odio. Hay que lograr un entendimiento con los que estamos obligados a convivir. La gente de dificilísimo carácter es problemática estando lejos o cerca.
Trata siempre con gente de palabra. Tienes la ventaja de que puedes comprometerte con ellas y comprometerlas contigo. La mejor razón para confiar en este tipo de personas es su manifiesto sentido de responsabilidad, porque aún en las disputas se comportan con respeto al otro.
No está mal que te equivoques, si sabes disimular y rectificar. Sé discreto en tus afectos y disimulado en tus defectos. Todos nos equivocamos, pero los habilidosos saben rectificar sus errores, mientras los torpes hacen más grandes los suyos.
Nunca te quejes. El que se queja se desacredita. Es más probable que quien te escucha se moleste en vez de consolarte.
Tan importante es que seas virtuoso como que lo parezcas. Las cosas no se recuerdan por lo que son sino por lo que parecen. Ser virtuoso y saber mostrarlo es ser dos veces virtuoso.
Prefiere estar loco igual que todos, y no cuerdo y solitario. Así dicen los políticos, con toda razón. Que si todos son locos, tú no saldrás perdiendo por estarlo. Si eres el único cuerdo, te acusarán de loco.
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Haga click aquí para descargar la obra completa El Arte de La Prudencia de Baltasar Gracián.
PD: Al hilo del tema de la literatura clasica de estrategia, he podido leer aun el “Maquiavelo para Gestores Contemporaneos” de mi querido amigo Fausto, pero sabiendo como escribe, no dudaría en recomendarlo a nuestros lectores. .n
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