ITT centenaria, Standard legendaria
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La International Telephone & Telegraph (ITT), que tanto daría que hablar, fue creada por los hermanos Behn (Sosthenes y Hernand) a partir de sus experiencias telefónicas en el Caribe, hace justamente cien años (1920): un aniversario que alienta algunos recuerdos sobre su presencia en España. Pronto vinieron los Behn, sí, para ganar la confianza de los gobernantes y disponerse a automatizar y poner orden en nuestras redes telefónicas, entonces bastante anárquicas. Como se sabe, ITT creó en 1924 la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE) para operar las redes, y poco después (1926) Standard Eléctrica, para fabricar e instalar los centros de conmutación y los equipos asociados.

Acéptese ahora como isagógica una experiencia personal. El profesor, don Fernando, preguntó una vez en mi clase —curso 1959-60, casi cien niños en pupitres de a seis en el colegio salesiano de Atocha, en aquel Madrid de los dos millones de habitantes— si alguno de nuestros padres trabajaba en Standard… De la ocasión, a mis ocho años, me quedó latente la idea de que aquella —Standard Eléctrica— era una empresa estimada, y que trabajar allí parecía un hecho distintivo.

En verdad, en aquellos años cincuenta y sesenta que los más mayorcitos recordamos  —años del afilador callejero, el sereno, los cines de sesión continua en el barrio, los camiones con manivela (para arrancar), las farolas que se encendían una a una manualmente, las libretas de ahorro de anotaciones a mano—, Standard Eléctrica, del grupo ITT y dirigida entonces por el malagueño Manuel Márquez Mira, era una empresa de elevado prestigio en la sociedad española (y lo seguiría siendo, dentro y fuera de nuestras fronteras).

Había otras empresas muy relevantes y celebradas entonces, pero Standard sonaba lógicamente en todo el territorio. Ciertamente no tenía que competir, aunque sí atendía a las precisas exigencias de la operadora (nacionalizada en 1945) y asumía plenamente la función social que nuestro país necesitaba: un empleo de calidad. Recuerdo haber visto un No+Do en que aparecía Márquez Mira con Franco, recorriendo ambos una nave de la memorable factoría de Villaverde (carretera de Toledo), y mostrando el reportaje a Standard como una empresa modélica… Pero retrocedamos hasta la llegada de ITT a España.

En nuestro país —el lector interesado dispone de amplia información en Internet, que hay que agradecer a los autores— la situación de la telefonía era lamentable, sí, en 1923, con una densidad de unos cuatro teléfonos por cada mil habitantes y deficiencias diversas, incluida una planta externa desastrosa. Había en efecto pocos abonados y no siempre se les podía dar servicio. Primo de Rivera enseguida pensó con determinación en la iniciativa privada para organizar y automatizar el servicio, tras los anteriores intentos frustrados.

Sostenes Behn

Al parecer y en su afán de abrirse paso, Sosthenes Behn, que lideraba ITT, se alojaba en el lujoso hotel Ritz de Madrid con gran notoriedad y ostentación. Cuando vino por primera vez (con su hermano, en octubre de 1923, al principio de la dictadura), conoció la realidad española a través de un hombre suyo de máxima confianza, Lewis J. Proctor, que, con el asturiano Gumersindo Rico (delegado en Madrid de la International Western Electric), llevaba meses estudiando la situación y cultivando estratégicos contactos.

En efecto, en la primavera de aquel año 1923 y por encomienda de Behn, Proctor —hombre corpulento, convincente, de fluido castellano, que asumiría la imagen de ITT en nuestro país— había llegado a España con su esposa (venezolana), Leonor Elizondo (que pronto daría a luz aquí a su hijo Lewis), y estableció su despacho en la madrileña Plaza de la Independencia. El matrimonio se dio pronto a las relaciones sociales y, por ejemplo, estableció amistad con el infante Fernando de Baviera y Borbón, primo y ex cuñado del rey.

A principios de 1924 y con sólida confianza en el proyecto español, un grupo de directivos americanos se uniría a Proctor, ya en una oficina más amplia, cercana al Congreso (entre ellos, por cierto, el ingeniero Roy A. Walker, con cuya hija, Helen Anne, se casaría el joven abogado Antonio Garrigues y Díaz Cañabate, que sería persona influyente de la España del siglo XX: fue también consejero de CTNE, embajador en EEUU en tiempos de Kennedy, en el Vaticano con Pablo VI, y aun ministro más tarde, ya en la monarquía).

Hasta la firma (Santander, agosto de 1924) por Alfonso XIII de la perseguida concesión a CTNE, sabemos que Sosthenes Behn se vio con el monarca más de una vez. Nuestro rey quería una red telefónica que estuviera entre las mejores de Europa; que ningún empleado de las diversas compañías explotadoras del servicio fuera despedido; y que el proyecto quedara abierto al capital español. Según sostenía el abogado y político cubano Orestes Ferrara (que acompañó en alguna ocasión a Behn en sus primeros pasos por España y fue testigo de la confianza del monarca en el proyecto), estas citadas eran las tres expectativas cardinales que Alfonso XIII formuló.

Pero también se había tenido que convencer naturalmente a Primo de Rivera, directamente y a través de diferentes enlaces, incluido el coronel Tafur, director de Correos y Telégrafos. Veinte años después, aún reconocería Behn la ayuda decisiva del coronel José Tafur Funés, a quien consideraba “un perfecto caballero”, según relataría en sus memorias Manuel Márquez Mira.

En España, el coronel Behn (se le llamaba coronel por su graduación honorífica obtenida en la Primera Guerra Mundial) hubo de actuar con diligencia y acierto para responder a los compromisos adquiridos por la CTNE ante el gobierno. Podría decirse que inicialmente se tiró a la piscina, pero, acaso por aquello de la suerte de los campeones, o de los principiantes, o de quien la busca, todo se puso finalmente de cara para hacerse, en 1925, con la International Western Electric (a la que denominó International Standard Electric, como parte de ITT), es decir, con el control de una importante red de empresas manufactureras, localizadas en diferentes continentes.

Y en 1926, a partir de Teléfonos Bell, Behn creó en nuestro país la Standard Eléctrica de que hablamos, con el duque de Alba y el marqués de Urquijo a la cabeza. Luego, esta legendaria empresa, brazo español de ITT durante 60 años, alcanzaría en todo nuestro territorio el predicamento a que aludíamos. No solo suministraría equipos a CTNE, sino que también abordaría en los últimos tiempos importantes proyectos de transferencia de tecnología a otros países.

Al respecto de la graduación militar de Behn, hay algo curioso en el primer encuentro (mediado el siglo XX, en Londres) de Márquez Mira con él. Entonces Márquez era ya subdirector general de Standard, con Trumpy de director, y Behn quería conocerlo. Ocurrió que, erróneamente, este atribuyó también a aquel la condición de coronel, y durante algún tiempo Márquez fue todavía coronel para el americano; de hecho, en una ocasión llegó a hablar a Franco del coronel Márquez.

Márquez Mira hizo crecer muy notablemente Standard y preparó a su hijo, Manuel Márquez Balín, para que ganara igualmente la confianza de ITT y siguiera haciendo crecer la compañía en los años setenta. Por entonces alcanzó relevancia el centro de I+D situado en la carretera de Barcelona, un entorno operativo catalizador de la innovación, muy diferente a otros ambientes de trabajo. Ahí —uno fue testigo— se esperaba de los expertos seleccionados que pensaran, idearan, experimentaran: algo bien distinto al paisaje fabril, de organizado y milimetrado trabajo manual, en la factoría de la carretera de Toledo, la que visitara Franco.

Avanzados los ochenta, en la etapa menguante y ya francesa (Alcatel), Standard sería muy otra: llegaban otros tiempos, otras tecnologías, otro funcionamiento (más global) del mercado, otra cultura, otro primer ejecutivo (que hubo de reducir la plantilla a la décima parte en unos quince años y que asimismo lideraría los cambios en otras empresas de distintos sectores).

Sí, la Standard perteneciente a ITT concluyó su vigencia mediados los años 80, ya evidente la necesidad de transformar la organización. En lo tecnológico, se había pasado de las centrales electromecánicas controladas por relés (sistema crossbar), al control centralizado por ordenador como solución transitoria, y aun al control distribuido mediante microprocesadores (conmutación ya electrónica); pero pronto llegaría una cierta revolución de las redes, a la vez que se imponía la comunicación de datos, la telefonía móvil…

Volviendo a ITT, cabe recordar la figura de Sosthenes Behn (1884-1957). De él, hombre de mundo (como lo había sido su padrino y padrastro Sosthenes Lucchetti), cabría destacar su energía emprendedora, su atención al detalle, su notable perspicacia e intuición, su inteligencia social, su interés por nuestro país… Sin duda ITT fue sensiblemente otra después del Coronel (con Harrison, con Geneen especialmente…).

En definitiva, Standard Eléctrica-ITT parece merecer el recuerdo de quienes la conocimos en una época dorada; época en que empero no sonaban todavía consignas tan sonoras como liderazgo, calidad total, capital humano, coaching, responsabilidad social, gestión del conocimiento, inteligencia organizacional, best practices, orientación al cliente, reingeniería de procesos, valor añadido, benchmarking, calidad de vida en el trabajo, aprendizaje permanente… No sonaban todavía, aunque enseguida lo harían, diríase que anunciando la llegada de otra época, de esta época.

 

José Enebral Fernández

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2 Responses to "ITT centenaria, Standard legendaria"

  1. Alberto  16 noviembre 2020

    Exepcional artículo como siempre Pepe, la historia me encanta y muy particularmente los entresijos del poder. Muy interesante el nacimiento de la conocida familia Garrigues-Walker.

    Creo que únicamente en mis dos primeros años en una multinacional atisbé lo que era una empresa con personalidad, y luego no volví a conocerlo. Las empresas de hace décadas parecían ser criaturas únicas. Hoy parece que vivimos en una sociedad globalizada, pasteurizada y “commoditizada”, donde todo el mundo repite los mismos mantras, usa los mismos sistemas y las mismas estrategias de dirección. Poco espacio queda hoy para la originalidad o la personalidad. Aunque tal vez sea ese sesgo que tengo siempre de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”

  2. José Enebral  17 noviembre 2020

    Gracias, Alberto. Me pareció que Standard merecía ser recordada, aunque también quería dejar caer lo de los buzzwords de los años 90, tan a menudo adulterados. Y sí, lo de hoy, esta época, esta sociedad a la que apuntas, lo que parece merecer es una detenida reflexión crítica sobre muy diversos aspectos… Un saludo a toda la comunidad ManagersMagazine.

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