El peligro de vivir sin cambiar
Comparte

¿Cuál es la esencia del coaching ejecutivo? Siempre es el cambio positivo en el comportamiento del cliente, de un líder. Un cambio que le hace mejor persona, mejor líder, que beneficia a todos y no perjudica a nadie.

Imagina una vida en la que nada cambia. No hablo de trabajar en la misma empresa durante 35 años, permanecer en pareja con la misma persona 50 años, o quedarte siempre en la misma ciudad en la que naciste. Todas esas son elecciones respetables.

Me refiero a ir por la vida sin cambiar nuestros gustos, nuestras opiniones, los libros o películas que disfrutamos, o incluso las perspectivas políticas o sociales que sostenemos. Incluso si fuéramos la persona más testaruda y rígida en el mundo, ello es inimaginable, porque nuestro entorno no lo permite. El mundo a nuestro alrededor cambia y nosotros cambiamos con él, aunque solo sea porque es más fácil adaptarse.

El estúpido orgullo de no cambiar

Sin embargo, hay una dimensión de nuestra vida donde solemos llevar con orgullo el no cambiar. Le llamamos, equivocadamente, autenticidad o ser fiel a uno mismo. Hablo de nuestro modo de relacionarnos con los demás, de tratar a los demás.

Hablo de la hermana a la que no hemos visto o hablado desde hace muchos años por un viejo agravio ya olvidado. Del amigo de la infancia del que nos seguimos mofando con aquel mote que le pusimos, aunque ya haya pasado varias décadas. Del vecino al que, a pesar de estar ahí desde hace muchos años, por pudor, inercia o indiferencia, nunca hemos dado el paso de conocerlo un poco mejor.

Del cliente por el que sentimos resentimiento por su infinito nivel de exigencia. De la ira que solemos mostrar con tanta frecuencia que nuestros familiares o miembros del equipo hacen apuestas para ver cuándo será nuestra próxima erupción. De la reprimenda que inevitablemente le propinamos a nuestro hijo por la frustración o decepción que sentimos ante su comportamiento.

La mayor parte de nosotros criticaríamos a un restaurante que nunca cambiara su menú. Pero no somos igual de exigentes con nosotros mismos. Es más, sentimos un orgullo estúpido por mantener determinados comportamientos en el tiempo, con independencia de a quien dañamos.

Solo cuando es demasiado tarde para deshacer el daño y cuando tomamos cierta perspectiva objetiva es cuando podemos llegar a reflexionar un poco sobre nuestro comportamiento, y quizá incluso arrepentirnos.

¿Por qué permitimos que pasen todos estos años sin hablar a nuestro padre o a nuestra hermana? ¿Por qué somos crueles con ese amigo de la infancia? ¿Qué relación nos estamos perdiendo por no presentarnos al vecino? ¿Por qué no mostramos agradecimiento a ese cliente que nos da un precioso feedback y nos hace ser mejores? O a nuestro jefe. ¿Qué nos costaría ofrecer unas palabras de aliento o consuelo a nuestro alterado hijo?

Cuando prolongamos un comportamiento negativo, entendido como aquel que daña a otras personas y que en algún modo siempre nos daña también a nosotros, estamos liderando una vida sin cambio en el sentido más peligroso o arriesgado. Elegimos de modo obstinado llevar una vida lamentable y contribuir a que la de otros también lo sea. Y lo que es aún más triste, más deplorable, es que es una elección voluntaria. No es nuestro destino.

Un modo de entender el trabajo que hacemos en AddVenture, con nuestros programas de desarrollo del liderazgo y de coaching ejecutivo, es que facilitamos herramientas y un contexto donde nuestros clientes pueden reflexionar profundamente acerca de ellos para permitirles llevar una vida donde se arrepientan de menos cosas. Una vida de más servicio a los demás, a la vez que más satisfactoria.

¡Cambia! ¡Mejora! ¡Haz algo por ti y por los demás!

Incluso ahora, al leer este texto, tú también puedes pensar en un cambio en tu comportamiento, solo uno, del que tu mejor yo no se arrepentirá. Ese es el único criterio. Algo que al hacerlo no te hará sentirte mal. Quizá es llamar a tu madre para decirle que la quieres. Quizá es agradecer la lealtad de un cliente, o el apoyo de alguien en el trabajo. O quizá es no decir nada en una reunión en vez de hacer el típico comentario cínico o irónico.

Puede ser cualquier cosa que represente un punto de partida, por modesto que sea, diferente a lo que has venido haciendo en los últimos años y que, si no te propones cambiarlo, continuarás haciendo. Cuando tengas decidido el qué, ¡hazlo sin dilación!

Será bueno para tu familia, para tus amigos, para tu empresa. Será bueno para tus clientes o para tu equipo. E incluso será bueno para ti. Será tan bueno para ti, que querrás volver a repetirlo.

Fuente: Pablo Tovar “El peligro de vivir sin cambiar


Comparte

Leave a Reply

Your email address will not be published.

Notificarme los nuevos comentarios por correo electrónico. Tambien puedes suscribirte sin comentar.

 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.