Antonio Nieto – Rodriguez y Whitney Johnson en hbr.org del pasado 12 de febrero plantean que el saber cuándo hay que comenzar un proyecto es un factor clave para su éxito.
Los autores sugieren utilizar el modelo de la S Curva, originalmente popularizado por E. M. Rogers para calibrar lo rápidamente que las innovaciones pueden penetrar el mercado.
También puede ser utilizado para ayudar a los responsables de la toma de
decisiones para saber cuándo se debe iniciar un proyecto y más tarde
modelar su progreso.
La base de la curva S es una fase de crecimiento lento y bajo y
representa el periodo de investigación con pocos recursos comprometidos.
El propósito de esta etapa es comprobar si realmente existe una
oportunidad en una idea. En ella es cuando se deben buscar las
respuestas a 6 importantes preguntas:
1.- ¿Se ha realizado ese proyecto con anterioridad?
Es fundamental determinar, tanto como podamos, si existe un mercado para
ese producto o servicio. Para hacerlo debemos explorar qué problema va a
resolver para la población diana que hemos seleccionado y si existe una
necesidad de encontrar una solución o si vamos a tener que luchar con
competidores ya establecidos.
Si este es el caso tenemos que
valorar si existe algún aspecto de nuestra idea que nos pueda ofrecer
una ventaja competitiva y definir que nicho diferenciador queremos
cubrir en el mercado. Cuanto más novedosa sea la idea más tiempo
deberemos dedicar a explorarla en esta fase de la curva S.
2.- ¿Forma el proyecto parte de nuestro núcleo de negocio y puede reforzar nuestras fortalezas o implica introducirnos en un área/tecnología/industria nuevas?
Cuánto más alejado esté el proyecto del núcleo de nuestro negocio más
tiempo necesitaremos emplear en la parte baja de la curva S. Debemos
considerar, también, el número de proyectos que estamos llevando a cabo
fuera de éste núcleo central.
Si son muchos pondrán en riesgo
al proyecto y a la organización. Las organizaciones líderes suelen tener
un 60% de proyectos dentro del núcleo, 30% en áreas de negocio
adyacentes y un 10% alejados.
3.- ¿Podemos definir claramente el alcance? ¿Tenemos claro lo que va a producir el proyecto y cómo se va a ver una vez completado?
Si tenemos menos de un 50% de claridad sobre lo que el proyecto va a
ofrecer es mejor que sigamos explorando para poder definirle mejor.
Deberíamos tener un 80-90% de los requerimientos descritos antes de pasar a la fase de ejecución.
4.- ¿Cuál va a ser el coste de la inversión?
Incluye determinar qué recursos se van a necesitar: financieros,
humanos, de expertos, de tiempo empleado, … y analizar si se disponen en
la organización o se va a necesitar provisión de fuentes externas y si
podemos hacer frente a los costes que conllevan.
Por tanto es
importante aclarar antes de comenzar el proyecto quién lo va a financiar
así como el compromiso de los recursos humanos que se van a ver
implicados.
5.- ¿El proyecto cuenta con el apoyo de los principales grupos de interés y de los líderes de la organización?
Ideas excelentes y proyectos brillantes se han convertido en fracasos
monumentales por la falta de apoyo de los principales grupos de interés.
La fase de exploración debe conseguir que se genere una masa crítica alrededor del proyecto que garantice su viabilidad.
6.- ¿Cuál es el plazo límite de ejecución?
Los proyectos que languidecen en lugar de seguir adelante son costosos y no suelen producir resultados satisfactorios.
Debemos establecer un plazo límite de ejecución y un cronograma en el que se determinen los logros parciales y benchmarks.
Fuente: Isabel Carrasco “6 PREGUNTAS A PLANTEAR ANTES DE INICIAR UN PROYECTO“