Las personas manipuladoras se
encuentran por doquier. De hecho, incluso es probable que nosotros
mismos en alguna que otra ocasión hayamos recurrido a tácticas de
manipulación emocional de manera consciente para lograr nuestros
objetivos o sin darnos cuenta.
Sin embargo, las personas manipuladoras convierten este “juego
emocional” en su forma habitual de relacionarse con los demás, para
sacar provecho constantemente a costa del equilibrio psicológico de sus
víctimas.
La manipulación emocional consiste en controlar a
alguien jugando con sus sentimientos y emociones, generalmente dañando
su autoestima y autoconfianza. La táctica común de las personas
manipuladoras consiste en hacer que su víctima dude de sí misma, para
tomar el control y sacarle provecho a la situación.
Sin
embargo, resulta difícil identificar a las personas manipuladoras porque
muchas veces se trata de seres queridos con quienes mantenemos un
profundo vínculo afectivo.
Por otra parte, a menudo usan
técnicas de manipulación emocional muy sofisticadas y sutiles que nos
hacen dudar de nosotros mismos e incluso pueden hacer que pensemos que
somos el “malo de la película”.
Personas manipuladoras con las que debes tener mucho cuidado
1. El fanfarrón encubierto
La táctica de esta persona manipuladora consiste en hacernos sentir
mal o inferiores de manera encubierta. Esta persona comprende que está
mal visto vanagloriarse de sus logros porque los demás le tacharán
inmediatamente de engreído. Entonces adopta una estrategia más sutil: se
lamenta por sus logros, haciéndonos sentir mal porque estamos muy por
debajo de su nivel.
El fanfarrón encubierto jamás nos dirá
directamente que tenemos algunos kilos de más, pero se quejará de que no
puede entrar en la talla “M” cuando nosotros usamos una “L” o incluso
una “XL”. Es la persona que se lamenta porque no puede correr más de 30
kilómetros cuando sabe perfectamente que solo podemos correr 5
kilómetros antes de quedarnos exhaustos.
El fanfarrón
encubierto usará su técnica en todas las esferas de la vida, se
comparará sutilmente con nosotros para hacer patente que no estamos a su
altura y que debemos sentirnos muy mal por ello. De esta forma también
se erige como una especie de ídolo a seguir, para que nos pongamos a su
disposición y satisfagamos sus deseos.
2. El plantador de ideas
Estas personas manipuladoras usan una táctica muy sutil: nos presionan
con ideas socialmente aceptadas y bien vistas para que estemos de
acuerdo con sus puntos de vista y decisiones.
Generalmente su discurso comienza con frases como: «Estoy seguro de que estarás de acuerdo con...» o «No puedes negar que…«. Por ejemplo, pueden decir: “Estarás de acuerdo con que un buen hijo cuida de su madre”.
Se trata de generalizaciones que reflejan valores positivos pero que,
sin duda alguna, tienen muchos matices y pueden variar de un caso a
otro. Sin embargo, al presentarlas de esta forma nos ponen en una
situación difícil ya que tendríamos que decir: “no, no estoy de acuerdo con lo que dices”.
De hecho, su táctica de manipulación consiste en presentar esas ideas
como valores aceptados socialmente, de manera que si no los compartimos,
nos convertimos automáticamente en malas personas, y ni siquiera nos
darán tiempo para argumentar nuestra opinión. Así no solo logran que nos
sintamos mal sino que también nos manipulan si no encontramos la fuerza
para negar sus afirmaciones.
3. El decepcionado permanente
Cuando queremos a una persona, nos sentiremos mejor si hacemos algo
que la enoja que si la decepcionamos. La decepción es un peso difícil
de cargar, nos sentimos muy mal cuando sabemos que hemos decepcionado a
alguien importante para nosotros y asumimos que somos malas personas por
ello.
Este tipo de persona manipuladora lo sabe y juega esa
carta a su favor. Por eso, la encontraremos permanentemente
decepcionada. Cada vez que hacemos algo que le desagrada o que no
satisfacemos sus demandas, esa persona nos hará saber cuán decepcionada
está. El problema es que la sensación de culpa que experimentamos es tan
grande que le damos la razón y nos ponemos a su merced.
No nos
damos cuenta de que decepcionar a alguien solo significa que no hemos
estado a la altura de las expectativas que esa persona tiene para
nuestra vida.
Decepcionar a alguien significa que esa persona
trazó un camino en nuestro lugar y no lo seguimos. en realidad, tenemos
todo el derecho del mundo de seguir el camino que elijamos y no debemos
sentirnos mal por ello.
4. El victimista crónico
Este tipo de persona manipuladora nos hace sentir en deuda con
ella. Nunca se cansa de resaltar todas las desgracias que ha sufrido a
lo largo de la vida, por lo que sentimos que por alguna extraña razón
que ni siquiera llegamos a entender, le debemos algo.
Dado que
cada vez que la encontramos tiene una desgracia nueva que añadir a su
larguísimo elenco, no nos sentimos con fuerzas para convertirnos en el
“monstruo” que va a añadir un nuevo problema a su vida mientras está
pasando por ese mal momento.
El problema es que esa persona
aprovechará esa sensación para pedirnos un gran favor y hacer que
satisfagamos sus necesidades, incluso a costa de las nuestras. Sin
embargo, si nos ponemos a sus pies, no dudará en pasar por encima
nuestro para seguirle contando sus desgracias a otros, dejándonos con
nuestros propios problemas sin resolver.
5. El oyente selectivo
Cuando estamos inmersos en una discusión, podemos perder la
paciencia y decir cosas que no sentimos realmente o de las que nos
arrepentimos. Sin embargo, este tipo de persona manipuladora se quedará
aferrada a esa frase o actitud, y nos vapuleará con ella hasta el fin de
los tiempos.
No importa lo que dijimos antes o después.
Tampoco importa el contexto en el que lo dijimos o si intentamos
disculparnos y reparar el daño, esa persona utilizará nuestro error para
someternos a su voluntad, haciéndonos ver cuánto nos equivocamos y cuán
malos somos.
Su estrategia consiste en esperar a que cometamos
un error, sacarlo completamente de contexto y usarlo para manipularnos
emocionalmente. Esta persona solo se centrará en nuestras equivocaciones
porque son las que le permiten alcanzar su objetivo, y todo lo bueno
que hagamos simplemente lo borrará.
6. El mártir
Se trata de uno de los peores tipos de personas manipuladoras
porque justifican sus malas acciones y su egoísmo con alguna causa
superior. Podría tratarse de una causa religiosa o de algo más terrenal
como ser un buen padre o una buena madre.
Su frase preferida es: “lo hago por tu bien” o “solo estoy intentando ayudarte”, cuando sabemos perfectamente que no es así y que los principales beneficiados serán ellos mismos.
Sin embargo, si se lo hacemos notar, estas personas afirman que no
encuentran ningún placer en su comportamiento, pero lo hacen porque es
lo correcto. De hecho, pueden llegar a decirnos que esa decisión les
duele y les hace sufrir, de ahí que asuman el rol de mártires. Y lo peor
de todo es que nos hacen sentir personas horribles porque no somos
capaces de apreciar su “sacrificio”.
7. El inquisidor
Esta persona manipuladora utiliza la crítica directa como su arma
principal. Su táctica es hacernos sentir que no somos capaces de llevar
las riendas de nuestra vida, que no estamos a la altura de la situación y
que necesitamos confiar en ella para que todo finalmente se encauce.
Las críticas al inicio son sutiles e indirectas pero con el tiempo
serán cada vez más ácidas, socavando profundamente nuestra autoestima.
De esta forma va imponiendo su visión de la realidad, sus reglas y sus
valores, hasta el punto que terminamos viéndonos a través de sus ojos.
El inquisidor es un auténtico maestro de la manipulación emocional y
absolutamente todo lo que hagamos o digamos será usado en nuestra contra
porque lo usará para juzgarnos y hacer que quedemos mal parados.
¿Por qué las personas manipulan?
La manipulación es un comportamiento complejo en cuya base se suelen esconder diferentes motivaciones. Muchas personas manipulan a los demás porque:
- Desean sentirse poderosas y experimentar cierto grado de superioridad en las relaciones.
- Quieren tener el control de la relación y de la toma de decisiones de los demás.
- Desean tanto alcanzar sus metas que no les importa hacerlo a costa de los demás.
Sin embargo, detrás de estos motivos hay un cuadro psicológico aún
más complejo. En realidad, muchas personas manipulan porque sienten
miedo. Tienen temor a que, si no intervienen manipulando el campo de
juego a su favor, no obtengan los resultados que desean.
La
madre que manipula al hijo fingiendo una enfermedad para retenerlo a su
lado en realidad tiene un profundo miedo a que el hijo la abandone. El
trabajador que intenta manipular al jefe hablando mal de sus compañeros
de trabajo en realidad tiene miedo de perder su puesto o de que no le
asciendan.
La persona que manipula a su pareja haciéndole
creer que no vale nada en realidad lo hace porque quiere retenerla a su
lado, aunque sea a costa de hacer añicos su autoestima.
Eso
significa que, en el fondo, las personas manipuladoras son profundamente
inseguras, no confían en sus habilidades para lograr las cosas que
desean por méritos propios y recurren a la manipulación. Por tanto, la
manipulación no es más que la expresión de un “niño” asustado que no
cuenta con estrategias maduras para lograr sus objetivos en la vida.
La manipulación es una especie de atajo relacional y comunicativo en el
que la persona logra lo que quiere rápidamente pero, a la larga, suele
conducir a los resultados opuestos ya que cuando alguien se da cuenta de
que está siendo manipulado, la relación que se pretendía conservar,
termina resquebrajándose o rompiéndose. Por tanto, manipular nunca es la
solución.
¿Cómo combatir a un manipulador? Descubre tus puntos débiles
Para combatir a un manipulador con eficacia necesitamos comprender cuáles son nuestros puntos ciegos psicológicos, esas teclas que el manipulador está presionando y con las cuales nos mantiene atrapados en su red. Para ello, es importante comprender que las personas manipuladoras suelen hacer leva en algunas de las siguientes vulnerabilidades:
- La “enfermedad de complacer”, o sea, nuestro deseo natural de complacer a los demás, incluso a costa de sacrificar nuestros deseos.
- Adicción a la aprobación y la aceptación de los demás, de manera que terminamos aceptando lo que digan.
- Locus de control externo, lo cual implica que pensamos que tenemos un control nulo o escaso sobre nuestra vida, de manera que seremos más proclives a dejar las decisiones en manos de los demás.
- Sentido borroso de la identidad, lo cual nos lleva a establecer pocos límites que los demás traspasan continuamente.
- Falta de asertividad e incapacidad para decir “no” cuando alguien intenta presionarnos.
- Emotofobia, que sería el miedo a experimentar emociones negativas como la frustración, la tristeza o la desaprobación, lo cual nos llevaría a intentar evitar los conflictos a toda costa, aunque sea a costa de nuestra propia libertad.
- Ingenuidad, de manera que nos resulta demasiado difícil aceptar la idea de que algunas personas son astutas y manipuladoras.
- Dependencia emocional, algo característico de personas inseguras que tienen una tendencia más sumisa, de manera que son más propensas a ser manipuladas y explotadas.
- Baja autoestima, la cual suele estar vinculada con sentimientos de escasa autosuficiencia y una baja autoconfianza, de manera que se suele confiar en los demás con gran facilidad.
- Sentido del deber y la responsabilidad excesivos, los cuales impiden a la persona cortar los lazos con el manipulador o establecer límites, ya que piensa que en realidad todo es culpa suya.
Al identificar los sentimientos sobre los que está haciendo palanca la persona manipuladora, podrás liberarte con mayor facilidad de sus redes ya que de repente la situación de manipulación será mucho más evidente ante tus ojos.
En cualquier caso, recuerda que nadie tiene el derecho de tomar el control de tu vida. No dejes que te hagan sentir culpable o que juzguen tus decisiones usando su propia vara de medir. Es probable que no seas perfecto y que hayas cometido errores, como todos, pero eso no significa que tengas que vivir dejando que alguien más mueva tus hilos.
Fuente: Jennifer Delgado “Rincón de la Psicología“