La comunicación del líder
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adolfo_suarezHace cuatro meses, en un artículo sobre Kennedy y al recordar sus históricos discursos, mencionaba yo a Adolfo Suárez, que igualmente causó sensación con sus mensajes en aquella España inmediatamente posterior a Franco. Hace poco he sabido que, así como Kennedy contaba con la ayuda de Sorensen, Suárez lo hacía entonces con la de Fernando Ónega… La cosa es que uno no se imagina un líder político (o un líder en otros ámbitos) sin que se comunique bien con sus seguidores.

Quizá unos ciudadanos valoran más el perfil de líder y otros, el de gestor; pero sin duda se valora mucho la habilidad en la comunicación. Se agradecen, por ejemplo, las frases trascendentes, de intenso significado, sencillas de recordar. Suárez causó ciertamente gran impacto en la población de aquellos años, acostumbrada a oradores del régimen, tales como Solís, Romeo Gorría…, aparte del propio Franco. Había por entonces, desde luego, políticos tan discretos como eficaces, de cierto mérito, entre los que uno situaría por ejemplo a Licinio de la Fuente; pero Adolfo Suárez resultó, además de providencial, un gran comunicador cuando hacía mucha falta, y sin menoscabo de otros rasgos suyos valiosos.

Recordemos esta frase pronunciada por él, al acceder a la presidencia: “Pertenezco por convicción y talante a una mayoría de ciudadanos que desea hablar un lenguaje moderado, de concordia y conciliación”. Poco que ver con el habitual lenguaje anterior de los gobernantes, o el residual que todavía se escuchaba esos años en algunas formaciones políticas; un lenguaje, un ideario, del que él deseaba desmarcarse abiertamente. Sí, Suárez era un buen comunicador, con unos objetivos claros y atractivos… Lo fundamental, diríase, en un líder.

El concepto de liderazgo parece haberse mareado hasta el coma irreversible en la literatura del management, con la visible intención de convertir al directivo-líder en héroe de la buena marcha de la empresa; pero quizá podríamos convenir en que la figura de este directivo-líder tiene mucho que ver con la propuesta de unas metas profesionalmente atractivas y con una comunicación idónea. Luego, si los colaboradores advierten también una buena gestión en pro (y en pos) de los resultados, probablemente se sentirán en efecto seguidores y podrá hablarse de liderazgo con cierta propiedad sistémica.

Se agradecen, por ejemplo, las frases trascendentes, de intenso significado, sencillas de recordar. Suárez causó ciertamente gran impacto en la población de aquellos años, acostumbrada a oradores del régimen, tales como Solís, Romeo Gorría…, aparte del propio Franco.

En el caso de Suárez y durante un periodo crucial de tiempo, concurre ciertamente la existencia de metas atractivas, de buena comunicación, de consecución de resultados y de seguidores satisfechos. Luego el escenario cambió y los propios cambios pasaron factura; pero el de Suárez podría ser tenido por liderazgo de referencia, desplegado con objetivos, estrategia, táctica, comunicación… Había un proyecto compartido y hoy no se sabe muy bien si lo hay. Pero volvamos al mundo empresarial.

Si las empresas tienen objetivos y estrategias —parece que no siempre—, tampoco llega siempre la correspondiente información a los trabajadores, a veces reducidos estos a seguir el procedimiento, o a seguir las instrucciones de un supuesto líder a quien perciben como mero jefe. Es verdad que hay empresas con liderazgo genuino y ejemplar en diferentes niveles; pero también puede haber, en conjunto, más apariencias que realidades. Cada organización viene a entender el liderazgo a su manera, como a su manera entiende la calidad, la innovación, la profesionalidad, el capital humano, el talento, la motivación, la comunicación interna o la responsabilidad social.

Sí, diríase que nadie parecerá un buen líder si no se comunica bien. La fluidez verbal habría de enriquecerse con cardinales atributos cognitivos y emocionales. Entre los primeros, el pensamiento conceptual, analítico, sintético, sistémico, inferencial, conectivo…, la amplitud-altura de miras, el buen juicio, la visión de futuro… Entre los segundos, la seguridad-confianza en sí mismo, el autocontrol, la empatía…; en suma, inteligencia emocional. Obvio todo, aunque falten rasgos. Pero insistamos en ello: el líder habría de cautivar, seducir, con las metas que propone y su habilidad de comunicación.

No, no se trata obviamente en la empresa de formular mensajes de micrófono, sino especialmente de hablar claro y conciso en la actuación cotidiana; con sencillez y autenticidad. Y de escuchar. Y de nutrir la confianza del entorno. Y de facilitar el desarrollo profesional de los colaboradores. Y de sintonizar con sus inquietudes y expectativas… En efecto, parece haber un notable solape entre el liderazgo y la inteligencia intra e interpersonal, atributos todos estos que el líder habría de poner al mejor servicio a la sociedad.

No faltara quien piense que también hay sensible solape entre el liderazgo y la manipulación; y que con la manipulación se solapa especialmente la motivación… Entre otros expertos, Adam Grant viene a demandar el mejor uso de la inteligencia emocional; un uso, como el de la inteligencia cognitiva, al servicio del bien común. Ya se ve que caben aquí muchas reflexiones en torno a la comunicación entre el líder y los seguidores, cuando hay tal relación.

José Enebral Fernández

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2 Responses to "La comunicación del líder"

  1. Alberto López  2 abril 2014

    Excepcional post Pepe, como el de Kennedy. No conozco mucho la figura de Suárez, pero oí en la radio el comentario de un periodista muy interesante que lo conoció personalmente. Destacaba que aunque hubo otros políticos con mejor oratoria pública como González, Adolfo Suárez en las cortas distancias era imbatible, un auténtico seductor de su interlocutor.

    A mí hoy en día los políticos no me transmiten nada, y es que posiblemente la política ahora esté más enfocada a no decir nada, para evitar molestar, en lugar de tratar de seducir al votante…

  2. Pepe  3 abril 2014

    Yo creo que a mi generación le pareció fascinante la época de la transición, y que Suárez resultó tan providencial como el rey. Por cierto, parece que fue precisamente Franco el que los conectó… Desde luego, los mensajes de Suárez me resultaron entonces inusitados. Luego ya, llegó en efecto Felipe González y diríase que se “completó” la transición… Ahora la cosa es bien distinta, sí. Un saludo para todos.

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