Por Sebastián Laza. Economista (con posgrado en Administración de Empresas)
Los economistas usualmente se preocupan mucho por el largo plazo, los mercados competitivos y el tratar de evitar los monopolios y oligopolios empresarios. Por el contrario, los administradores de empresas y especialistas en negocios suelen estar más preocupados por el corto plazo, la diferenciación del producto, los altos retornos a la inversión y las barreras de entrada y salida, entre otros. Y sin embargo, más allá de estos claros cortocircuitos entre ambas, Economía y Administración son profusamente enseñadas en todas las carreras de negocios, y a la par, pero claro… con este mensaje contradictorio de forma subliminar.
Dentro de la Microeconomía, la estructura de mercado que mejor capta el mensaje de la Administración es la llamada “Competencia Monopolística”, que -en consonancia con la teoría de la “Ventaja Competitiva” de M. Porter- postula la diferenciación de producto, la fidelidad a la marca, los superbeneficios empresariales y las barreras entrada/salida, pero claro… siempre a corto plazo; a largo plazo (se pone aburrida la Microeconomía) entrarán competidores e imitadores y chau ganancias extraordinarias del innovador.
¡Pero qué aburridos somos los economistas! Queremos sacar a las empresas de su “dorado” corto plazo, que es lo más divertido y creativo (y también lucrativo), para llevarlos a un terreno (largo plazo) donde los competidores se pusieron a tono y ya no le dejan a la otrora líder seguir manejando el mercado a su antojo. Decía el gran J.M. Keynes: “en el largo plazo estamos todos muertos”, para odio de muchos economistas ortodoxos, y alegría de los hombres de empresa.
Quizás la solución al embrollo pase por reconocer que los microeconomistas están más preocupados por cómo hacer que los mercados sean más competitivos y útiles para los consumidores (precios bajos y accesibles), mientras que los administradores se interesan principalmente por lograr negocios exitosos y sustentables en el tiempo, y con buenos ROI y demás indicadores de rentabilidad elevados para los accionistas. Es decir, Economía y Administración tienen a empresa y consumidores bajo estudio, pero con “matices” un tanto diferentes de enfoque.
Joseph Schumpeter, el notable economista austríaco (primera mitad del siglo XX), aportó una interesante herramienta analítica para zanjar esta brecha Economía-Administración, cuando escribió sobre la “destrucción creativa” que intentan los empresarios para seguir obteniendo rentas diferenciales y prolongar permanentemente el “corto plazo”; ésto es: reingeniería de productos cada períodos cortos (reinventar el producto), de modo tal de crear una nueva curva de ciclo de vida del producto, y así regenerar los llamados superbeneficios de corto plazo de la microeconomía.
En síntesis, mientras los administradores (siguiendo el razonamiento de Schumpeter) tratan de “vivir toda la vida” en ese corto plazo de producto diferenciado y ganancias altas, los economistas tratan de lograr que competidores y replicadores entren y actúen rápido, haciendo que los efectos del largo plazo se vean más rápidamente en los mercados. Y así, esta interesante batalla entre científicos y practicantes de ambas disciplinas tiene un efecto colateral: el “lindo matete” que ocasiona en la cabeza de los estudiantes de carreras de Negocios, que reciben ambos mensajes, contradictorios, a la vez. Una vez, le preguntaron a un famoso economista si le gustaría administrar una empresa, a lo que él respondió: “jamás lo haría, porque los administradores siempre buscan convertir a su empresa en un monopolio”. ¡Así no nos vamos a poner nunca de acuerdo!
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