Pensar con detenimiento y esmero
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A juzgar por los resultados, se diría que a menudo pensamos poco las cosas o las pensamos mal; que damos por buenos pensamientos ajenos que son cuestionables; que la verdad se nos escapa a menudo. Hoy, en la economía del conocimiento y la innovación, todos, directivos y trabajadores, debemos detenernos a pensar durante nuestro desempeño profesional. No podríamos, desde luego, hablar de capital humano si no reconociéramos la figura del trabajador del saber y el pensar, un trabajador creativo y aprendedor permanente.

Hace días, el psicólogo Howard Gardner, reciente (2011) Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales, animaba a los ciudadanos, entre otros mensajes, a ejercer la visión crítica para llegar a la verdad.  Según leí en El Mundo, añadía: “El ciudadano tiene que trabajar duro por la verdad, porque nadie se la va a dar”. Estamos en efecto rodeados de información, pero no tanto de verdades, y a menudo hemos de cuestionar las cosas, esmerar el pensamiento, activar el espíritu crítico, indagar y llegar a conclusiones propias. Dicho de otro modo, para pensar con acierto, para pensar bien, habríamos de ser, en alguna medida, malpensados.

Me pareció curioso el mensaje del prestigioso profesor de Harvard, dado que sobre todo le relacionábamos con las inteligencias múltiples. Sin duda la visión crítica, la que ya postulara John Dewey hace varias décadas, resulta inexcusable en nuestra actual Sociedad dela Información, que más parece a veces simplemente una Sociedad dela Informática. Quizá, urgidos a llenar de contenidos los continentes impresos y electrónicos, la información se ha venido descuidando; pero no es solo esto, sino que engañar a los demás parece una intención instalada en  muchas conciencias, desde hace cientos de miles de años.

Todos hemos de desplegar gran empeño y habilidad, no solo para detectar falsedades o intenciones perversas, sino también para neutralizar interferencias que, tanto desde fuera como desde dentro de nosotros mismos, pueden afectar a la realidad. Sí, también hay elementos endógenos, además de los exógenos, que perturban la percepción de las realidades.

Como sabemos y por un lado, nuestro cerebro tiende a otorgar significados particulares a los significantes que llegan por los sentidos; así es, fruto de nuestras conscientes e inconscientes creencias, inquietudes, sentimientos, valores y deseos: todo ello contribuye a los significados. Somos subjetivos por naturaleza, sin darnos siempre suficiente cuenta de ello. Pero además y por otro lado, la información recibida puede esconder intenciones engañosas, interesadas, manipuladoras. El deseo de engañar o manipular a los demás parece, sí, tan viejo como el mundo.

Pensamiento reflexivo-crítico hemos de activar, sin duda, ante la información multimedia que nos rodea, previamente a darle pleno significado, incorporarla a nuestro acervo de conocimientos y permitir que oriente nuestra actuación. Por cierto, y en sensible medida desde hace unos 15 años, las universidades vienen predicando y nutriendo la habilidad informacional de los estudiantes, obligados estos —todos nosotros— al aprendizaje permanente a lo largo de su trayectoria profesional. Hemos de saber, sí, buscar la información necesaria, como también interpretarla y evaluarla con espíritu crítico, antes de traducirla a conocimiento aplicable.

No estamos obviamente hablando de la criticidad que asociamos con la reprobación, con el enfermizo enfoque de los fallos o errores ajenos, o con la murmuración. Hemos de identificar bien el pensamiento crítico de que hablamos, el que se postula como necesario enla Sociedad dela Información: un pensamiento riguroso, profesional, de alta calidad, que contribuye a la efectividad personal. Quizá convengamos en que, en beneficio del pensador crítico a que nos referimos, podemos decir:

  • No busca errores y defectos, sino verdades.
  • No presenta actitud negativa, sino exploratoria.
  • No cree poseer buen juicio, sino que desea poseerlo.
  • No se precipita en las inferencias, sino que trata de asegurarlas.
  • No apunta a fracasos y culpables, sino a causas y consecuencias.
  • No persigue avalar sus juicios y prejuicios, sino mejorarlos.
  • No se muestra impulsivo y terco, sino flexible y tenaz.
  • No incurre en falsas dicotomías, sino que encuentra matices.

Podemos por ejemplo añadir que, según The American Philosophical Association Delphi Report de 1990 sobre este tema, “el pensador crítico ideal es habitualmente inquisitivo, bien informado, de raciocinio confiable, de mente abierta, flexible, justo en sus evaluaciones, honesto en reconocer sus prejuicios, prudente para emitir juicios, dispuesto a reconsiderar las cosas, claro con respecto a los problemas, ordenado en materias complejas, diligente en la búsqueda de información relevante, razonable en la selección de criterios, enfocado en investigar, y persistente en la búsqueda de resultados que sean tan precisos como el tema/materia y las circunstancias de la investigación lo permitan”.

Puede haber aún algunas empresas en que, quizá en defensa del statu quo, no se aliente el pensamiento crítico de las personas, y ni siquiera el pensamiento en general. Son empresas, seguramente minoría, que parecen percibir a los trabajadores como recursos de carne y hueso, y no como portadores de capital humano. Pero, en verdad, son muchos los expertos que invitan con autenticidad, no con hipocresía, a apostar por las personas en la era del saber, en beneficio de la productividad y la competitividad.

¿Puede hacerse un despliegue de las facultades del pensador crítico? ¿Puede desarrollarse el pensamiento crítico, cuando se considere necesario? Numerosos autores han abordado este tema en las últimas décadas, y se habla, en efecto, de un “movimiento del pensamiento crítico”, bastante relacionado, si el lector asiente, con el “movimiento del aprendizaje permanente”, con el “movimiento de la destreza informacional” y aun con el “movimiento de la gestión del conocimiento”. Pero volvamos a estas preguntas sobre su cultivo y desarrollo.

Parece lógico que las universidades se hayan movilizado para desarrollar el pensamiento crítico porque resulta inexcusable en el aprendizaje, y de hecho se habla también de “habilidades para el aprendizaje permanente”. Cuando se aborda el despliegue de componentes del pensamiento crítico, parece apuntarse a varios elementos: a la toma de conciencia sobre los propios modelos mentales, a la precisa interpretación de la información, al análisis de la argumentación y la detección de vacíos, al examen de las inferencias contenidas, a la evaluación del nivel persuasivo, a la indagación debidamente orientada, al contraste y aseguramiento de los detalles fundamentales… Quizá nos falte, sobre todo y en su caso, sensibilización para hacer estas cosas bien. Suma de actitud y habilidad, el pensamiento crítico puede desarrollarse y cultivarse, para activarlo en idónea sintonía con el sentido común.

Por una parte, se ha de cultivar lógicamente el pensamiento crítico en concreto, y no en abstracto, es decir, aplicándolo a una información específica cuya temática dominemos en grado suficiente; sobre un campo o área con que nos sintamos en sintonía. Por otro lado y como apuntábamos, parece haber tanto de actitud o disposición como de facultad o habilidad, en el pensamiento crítico. Todos habremos tenido experiencias similares, y uno se ha topado a veces, en medios electrónicos y también impresos, con informaciones llamativas que le han sembrado dudas, con argumentos engañosos, con saltos inferenciales muy atrevidos

Una información puede contener errores porque el autor se ha equivocado; pero también, en algún caso, porque se desee engañar, confundir o llamar la atención. Lo importante es detectarlos. Quizá no deberíamos darla siempre por buena, por muy avalada o adornada que se presentara una información; aquí la intuición suele complementar muy oportunamente a la razón. Parece pensarse que es en Internet donde impera la cantidad sobre la calidad, pero también este articulista ha creído encontrar argumentos falaces en libros, por ejemplo, sobre el liderazgo de los directivos, empero recomendados por nuestros expertos y muy aplaudidos en algunas de nuestras escuelas de negocios.

No, no parecía gratuito el mensaje de Howard Gardner: hemos de activar el pensamiento crítico para eludir engaños, manipulaciones… Y claro, también habríamos de renunciar todos a engañar, manipular, a los demás, que, antes o después, lo acaban detectando. Quizá parezca una exageración, o un punto de vista muy particular, pero, a la pregunta de cuál es el papel del líder dentro de las empresas, Juan Luis Arsuaga, conocido paleoantropólogo, respondía años atrás en Cinco Días: “Manipular. Suena un poco descarnado, pero es así…”. Y añadía: “Un líder es el que tiene capacidad para conducir a la gente en la dirección que él quiera”. Arsuaga parecía apostar por subordinados con criterio propio, capaces de pensar por sí mismos, que no se adhirieran por imperativo jerárquico al pensamiento de sus jefes-líderes.

En efecto, el pensamiento crítico no parece muy compatible en las empresas con el seguidismo. Hay modelos en que el directivo-líder parece capitalizar la contribución de los trabajadores-seguidores, pero felizmente también conocemos otros en que el jefe no es capitalizador, sino catalizador de la mejor expresión del capital humano.

José Enebral

Consultor Sénior de Nordkom


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3 Responses to "Pensar con detenimiento y esmero"

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