Nos llega vía el blog de Dirección Habilidosa un video de los inigualables Monthy Python sobre algunas de las penalidades que tiene que pasar un candidato para obtener un puesto de trabajo o una plaza en alguna prestigiosa escuela de negocios. Puede parecer un tanto exagerado, pero lo cierto es que algunos procesos de selección bordean el límite de lo razonable. Pero tal y como está el mercado laboral, es lo que hay ¿no?.
Les confieso que mi experiencia más extraña como candidato fue en una consultora de RRHH en Madrid para una posición de técnico de comercio exterior. Entre otras pruebas los candidtaos hicimos un test de personalidad con preguntas que se repetían una y otra vez con ligeras variaciones, tales como: ¿Preferirías ser un ingeniero o un poeta?. ¿Prefieres una gran obra de ingeniería o un poema maravilloso?. Si alguien mata una mosca, valora cómo te sentirías. Son preguntas textuales… unas 200 similares.
Pasada la primera prueba, se realizó una dinámica de grupo en la que cada participante representaba un director departamental en la que tenía que pelear con otros “directores” por las partidas presupuestarias, y al terminar dicha dinámica nos solicitaron entregar los papeles en los que habíamos ido haciendo anotaciones (sin que nos avisaran de antemano, claro).
La última parte del proceso fue una entrevista personal en la que pasé un 80% del tiempo hablando de mis defectos a petición de mi entrevistadora, pero de mi experiencia y formación apenas me preguntaron nada. Me pareció una fórmula de selección intrusiva y poco relacionada con el puesto de trabajo, y me resultó sorprendente que algunas empresas hablen con tanto orgullo de sus valores corporativos cuando ya desde sus procesos de selección se propugnan unos valores más propios de un reality show que de una corporación seria. Las empresas de selección están en su derecho de organizar sus pruebas como mejor les convenga, pero ¿que tipo de líderes esperan reclutar?.
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