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burbuja 2.0Esto ya es blanco y en botella. La web 2.0 es un circo y Enrique Dans el bombero torero. Lo llevo sosteniendo no sé cuanto ya, lo que me ha valido no pocas críticas; ídem por mis más que fundadas sospechas sobre FON y recientemente por ironizar acerca del cierre de Mobuzz. Que si algunos sólo sabemos criticar, que si somos unos hijos de puta con mucho tiempo libre a los que habría que coser la cara a bofetadas, que si España es el país de la envidia.

Esto de la envidia del éxito ajeno es la carta de órdago de todos los charlatanes sin excepción. Además es un argumento falaz que constituye en sí mismo un farol del ocho y medio: a cualquier cosa le llaman éxito…

En 1977, Larry Ellison fundó Oracle con 2000 dólares de su propio bolsillo (no encontraba financiación para su idea, nadie apostaba por aquello del modelo relacional). Hoy es una de las 10 personas más ricas del planeta y su empresa paga las nóminas de 80.000 empleados en todo el mundo: esto es éxito. En 2004, Anil de Mello fundó Mobuzz.tv y cuatro años después, tras fundirse cientos de miles de euros, se declara insolvente y deja en la calle a 14 empleados que han trabajado unas semanas sin cobrar: esto es una etiqueta de anís del mono. Y no, no nos da ninguna envidia.

Ahora llegan el llanto plañidero y el mear fuera del tiesto. Cuando íbamos al colegio ya aprendíamos a atribuirnos los meritos (“he aprobado”) y culpar a otros de los fracasos (“me han suspendido”). De igual forma, si nuestra empresa triunfa es porque semos los mejores, pero si fracasa, la culpa es de los otros: de España, ese país de envidiosos en el que no se apoyan las iniciativas privadas y donde todo el mundo está deseando verte fracasar. Pues nada, señores: los que tan a disgusto estén en este país donde no pueden emprender como dios manda, que hagan el petate y se vayan a Silicon Valley. Yo el día que concluí que las circunstancias me eran desfavorables cogí un avión, y hasta hoy. Es bien fácil. Pero que se vayan ya. Mañana, vamos. Que dejen de derramar  su bilis reaccionaria, que ya tenemos bastante con un Jiménez Losantos.

En España nos encanta el éxito, el propio y el ajeno. Faltaría más. Lo que no nos gusta tanto es el cantamañanismo. España es un país con una larga historia de orgullo obrero; aquí sabemos que la riqueza sale de la tierra y el sudor. No atamos los perros con longaniza, no somos un imperio de economía piramidal con tanques allí donde hay petróleo cuya población civil pueda ni quiera permitirse el lujo de vivir alienada pensando que es más guapa y más lista. Aquí la mayoría sudamos hasta el último céntimo de nuestras hipotecas y sabemos lo que vale un peine y lo que cuesta ganar el pan de nuestros hijos. Aquí sabemos que el dinero no sale de debajo de las piedras si no es con mucha paciencia y un arado, y que, tarde o temprano, los excesos de unos los tendremos que pagar todos. Consideramos inmoral vivir del aire, y no nos fiamos de los charlatanes que pretenden que invirtamos nuestra pasta en negocios basados en la economía de la cancamusa.

¿Qué es la cancamusa? La cancamusa es eso que es más complicado de lo que parece, eso que ni usted ni yo sabemos porque no somos expertos en nueva economía; la cancamusa es eso en lo que se basan los discursos inspiradores, son esos datos que manejan los expertos y que resultan incomprensibles a los mortales. Esas cuentas internas, esa carta sin levantar que permite al jugador de póker ir de farol. La cancamusa es esa nube en la que flotan los gurús muy por encima de usted y yo. Por ejemplo, cuando alguien criticaba el modelo de negocio de Mobuzz en el blog de Enrique Dans y él contestaba indignado: “te equivocas, porque no tienes los datos, y yo sí los tengo […] he visto los costes, los he evaluado yo mismo, he revisado las proyecciones, y SÍ es rentable”, eso es cancamusa. Luego, una vez Mobuzz pegó el batacazo y Dans dice que “la crisis, el retraso de varias campañas, y una inoportuna remodelación forzada de la estructura de financiación han dejado a la empresa en una situación complicada […] una mala combinación de factores ocurridos en el peor momento”, eso es cancamusa. Cuando Mobuzz pide donaciones y se levanta 32000 euritos y todo vuelve a ser de oro, Enrique Dans dice que “se publicarán las cuentas enteritas online […] un ejercicio de transparencia y para callar la boca a algunas críticas completamente injustificadas, y a ver a cuántos de los que hoy veo afilándose los colmillos y criticando en base a clichés injustificados veo venir después a pedir disculpas por haberse equivocado”. Eso es cancamusa. Cuando uno se defiende de la crítica con un “aquí lo que hay es mucho envidioso y mucho hijo de puta con tiempo libre”, eso ya no es cancamusa; es ser gilipollas. Pero esa es otra historia.

La cancamusa es la razón por la que los pisos nunca bajan, los sellos se revalorizan un 400% al año y el crecimiento exponencial es perpetuo. La cancamusa es esa parte de la ecuación que cuando se elimina, uno lo ve claro y concluye: “cojones, esto es un timo”.  De la RAE: “Cancamusa: 1.  f. coloq. desus. Dicho o hecho con que se pretende desorientar a alguien para que no advierta el engaño de que va a ser objeto”. Y resulta que en este país, muy en particular los que tenemos más de treinta y nos dedicamos a las tecnologías de la información, otrora “la informática”, de cancamusa sabemos un rato. El que más el que menos lleva ya a sus espaldas la crisis de las puntocom y varios otros fiascos. Hemos aprendido a separar la cancamusa del grano y ya no nos la meten doblada. Nos sabemos de pe a pa el workflow de una tormenta de mierda.

La cosa es siempre igual: Fulanito tiene una visión (normalmente se ve a sí mismo dando la vuelta al mundo en yate con una bailarina rusa), Fulanito le levanta X millones a algún inversor o al banco, Fulanito funda su startup y contrata a unos cuantos individuos. Entonces empiezan a fundirse alegremente la pasta. El sentido común aconsejaría ser cuidadosos con el gasto mientras la empresa no obtenga beneficios; si se acaba la inversión se acaba la startup. Pero no: se compran trajes, iPhones, Blackberries, se cambia de coche, se organizan fiestas y presentaciones, se asiste a todos los saraos y se proclama a los cuatro vientos que la startup es ya hoy un gran éxito. Se alquilan oficinas en el sitio más pijo posible y se vive de puta madre mientras dura la sopa boba en el banco. Se trata de aparentar éxito y de generar la mayor cantidad de cancamusa posible hasta poder vender la empresa a algún pardillo que luego descubrirá que aquello no vale ni su peso en sellos. En muchos casos ni siquiera se preocupan de generar beneficios; al final se entra en una espiral de gasto desmesurado dedicado a aparentar lo más posible para así incentivar la compra. Se echa toda la leña al fuego, a la desesperada.

Al calor de la cancamusa los egos engordan una barbaridad, y eso es lo que a muchos nos toca las narices. Es normal que la directiva pretenda proyectar una imagen de éxito. Pero con frecuencia los empleados de chiringuitos se endiosan hasta el punto de no ver más allá de su propio centro de gravedad (localizado en el ombligo o en el agujero del culo, depende). “He triunfado, soy el más listo del pueblo”. Olvidan que el éxito no es sacarle unos millones al inversor; el éxito es devolverlos y que nos sobre pasta, que nuestro trabajo y talento se hayan traducido en ganancias. Pero no. Ellos se relamen gustosos el centro de gravedad, se consideran triunfadores, y tratan con cierto desdén a los que nos sudamos el jornal. Son arrogantes mientras dura la sopa boba; creen elevarse por encima de los mortales flotando en su nube de cancamusa. Se acaban creyendo la propaganda y, como Narciso, se enamoran de su reflejo en un PowerPoint y pierden absolutamente la perspectiva. Valga de ejemplo el comentario de nuestro amigo en Japón después de recibir una charla cancamusera del señor que regala routers: “por la tarde llegó el mito […] persona increíble de esas que desprenden un aura […] habló durante una hora exacta y me hizo sentir como el protagonista de una novela de ciencia ficción que está en el momento justo en el lugar adecuado […] os puedo asegurar que el mundo va a cambiar con Fon, quizás sea lo más interesante que está pasando ahora en toda Europa e incluso en todo el mundo. Chúpate esa.

Cuando regalar routers tuneados que se fabrican en Taiwán se considera “exportar alta tecnología española” es que ya se ha perdido el norte. Uno se deja llevar por los cantos de sirena hasta tal punto que ya es incapaz de aceptar la más mínima crítica aunque sea constructiva, esté respaldada por la experiencia y sea con la mejor intención (“cuidado con este, primo, que se sabe desde hace mucho de qué palo va”). Uno se aferra a su delirio y atribuye toda opinión contraria a la vil envidia, rechaza a las personas críticas y se rodea de crédulos y lameculos. Se vuelve paranoico e imagina conspiraciones y persecuciones: “me odian porque soy más guapo y más listo”. A los demás se los considera necios, y se aplica el “a palabras necias, comentarios moderados”. En esta tesitura se encuentra un elevado porcentaje de la web 2.0. Es casi locura colectiva, y la sintomatología es muy clara: si uno no soporta la crítica es que algo anda mal en la psique.

Total, que este asunto que nos venden como “empresa pionera líder en el sector, súper viable y chiripitifláutica se ve obligada a cerrar por un cúmulo de desafortunadas circunstancias impensables sumadas a la dificultad de conseguir financiación en este país de envidiosos hijos de puta”, una vez eliminada la cancamusa, se queda en un simple “empresa se pule cientos de miles de euros de inversión en cuatro años y no llega a conseguir beneficios”. Y encima tienen la desfachatez de pedir donaciones, como si fueran una ONG. Vamos hombre. Menuda forma de emprender. Ha fracasado la idea o no se ha llevado bien a cabo, punto. Si el producto es bueno, triunfar es fácil. Mobuzz no ha suscitado el suficiente interés, es así de sencillo. Estaba bien realizado, sí, pero un refrito de noticias interneteras que para cuando se ha terminado de grabar el noticiero ya son totalmente viejunas no es como para estar pegado a la pantalla esperando al nuevo programa. No sé más sobre la empresa, vi dos o tres programas y no me gustó el tema así que no volví a pasar por allí. La televisión 2.0 puede ser todo lo viable que sea, pero Mobuzz no era “la” televisión 2.0. Ha sido un intento con un contenido y un formato determinados, y no ha funcionado.

Es que muchos (malos) emprendedores piensan que el triunfo consiste en llegar los primeros. No señores, el triunfo consiste en hacerlo lo suficientemente bien. Es como si mañana yo me apresuro a apuntarme a un concurso de tango aunque no tenga ni puta idea, llego el primero a la pista y una vez allí me pongo a bailar como si tuviera un ataque epiléptico. Lo normal es que me descalifiquen, y es del género tonto congratularse de haber sido “un pionero”. Pero bueno, esa es la cultura del pelotazo. Apuntarse rápido a lo más novedoso y aparentar.

Señores, un poquito de humildad, que no pasa nada por reconocer que uno se ha equivocado. Este es un país de gente humilde que se solidariza con las personas humildes; nos rascamos la cartera y arrimamos el hombro por las buenas causas. No se nos caen los anillos por ir a ponernos hasta las cejas de chapapote cuando alguien ha sufrido un verdadero infortunio. Pero el mundo de los negocios es el mundo de los negocios: si te sale bien ganas pasta y si te sale mal la pierdes. Ya estamos hartos de que se pida independencia cuando todo va bien y solidaridad cuando todo va mal. La parte de mi salario que decido dedicar a causas solidarias va para Greenpeace y Amnistía Internacional, entre otras. También dono a veces a esos que se dedican a hacer software libre que me resulta útil o a esos otros que subtitulan mis series favoritas. A empresas que fracasan o especuladores a los que le sale el tiro por la culata, ni agua.

Y a todo esto, resulta que una vez barrida la cancamusa, nuestro experto en economía digital que tan claramente visualiza a que olerán las Blackberries del año 3000, es incapaz de anticipar el batacazo inminente de una empresa así tenga las cuentas en la mano y venga de cenar con el CEO. Un 10 de noviembre nos dice que “las microdonaciones y el fortísimo impacto del buzz generado […] han posibilitado la llegada de opciones que antes parecían más alejadas en el tiempo […] y que garantizan la continuidad de la compañía con un modelo de negocio viable como el que siempre tuvo: un modelo que, a pesar de lo que decían muchos agoreros y siniestros personajes malintencionados o directamente mentirosos, únicamente falló puntualmente debido a elementos coyunturales”. El día 24 iba todo Cristo a la calle, como pudo constatar una intrépida reportera. Menudo auditor; como para tener a este pavo de asesor financiero, vaya. Es lo que pasa si pretendes ir de experto en finanzas cuando no eres más que otro de tantos comentaristas que se limita a explicar de la forma más críptica posible lo ya acontecido o a teorizar sobre lo que podría acontecer dentro de cien años: que haces el ridículo.

En fin. Este ha sido un año plagado de batacazos, lo que, a pesar de que piensen algunos, a la mayoría no nos divierte. Eso sí, tengo la agradable sensación de que, a costa de darnos de bruces con la realidad, estamos recuperando lentamente el sentido común. En breve todos los charlatanes habrán quedado en evidencia y no nos la volverán a dar con cancamusa.

Alfredo de Hoces es  ingeniero informático expatriado en Dublin. Nos ha cedido amablemente el artículo publicado originariamente en Perspicalia sobre algo. Espero que lo hayan disfrutado y si les gustó no dejen de visitar su blog o comprar su libro “Fuckowski, memorias de un ingeniero”. Si les gustó el artículo tal vez les guste también los artículos Gartner y el futuro del Social Networking o el Informe Sectorial de las TIC II:  Software y Web 2.0.


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One Response to "Mobuzz, Dans y la economía de la cancamusa"

  1. Alberto López Correa  29 mayo 2010

    Me gustó mucho el artículo y por eso te pedí republicarlo Alfredo. Ya he hablado por encima en algunos artículos de la burbuja 2.0. pero tú consigues explicarlo como nadie.

    La gente parece que no aprendió de la anterior crisis tecnológica y muchos se piensan que todas las redes sociales y el 2.0 son la panacea. Yo pienso que quedarán unas cuantas y las demás “…se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia” (cita de Blade Runner).

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