La miopía de nuestros políticos es mas que manifiesta. Pero que se puede esperar de profesionales de ganar elecciones, como es nuestro presidente actual, que ha dedicado toda su energía en obtener votos, mas no a gobernar un país, y mucho menos a buscar su viabilidad económica.
España se encuentra sin saberlo en una encrucijada, y es que la historia se repite una y otra vez. Tristemente solo los amantes de la historia, nos damos cuenta del carácter cíclico de la misma, en el que toda secuencia se repite una y otra vez, con otros nombres, otros lugares, otros líderes, pero siempre se repite en ciclos cada vez más rápidos.
Es por eso por lo que a grandes genios y visionarios, les importaba un comino el régimen en que vivían, pues entendían que vivían una simple vuelta más en la rueda del eterno retorno. Genios como Dalí, a quien lo único que le importaba era mostrar a todos su visión personalísima del arte, una visión evolucionada, modernista, por no decir post-modernista, del mundo en el que vivía. A Dalí no le importaba el mundo de extremos derechistas e izquierdistas, en el que vivía, su visión estaba por encima de ideas tan arcaicas.
Y es por eso que a mí, poco me importa que gobierne la izquierda, o que vuelva a ganar la derecha. Al fin y al cabo me defino como un centrista radical, que sueña con una utopía como el conservadurismo democrático de Benjamín Disraeli, que fue capaz de dar luz a uno de los imperios mas fuertes que jamás han existido en este pequeño planeta. Tan utópico como para pensar que se debe conservar lo bueno, como por ejemplo la naturaleza, y no sólo progresar en lo malo (yo no creo que el progreso sea que las niñas de 16 años tengan libertad para abortar, como propone nuestro presidente).
Hoy en España se dedica el dinero público -el dinero que no tenemos, sino que nos lo prestan otros países- a ensanchar las aceras. Y eso es lo que propugna la izquierda recalcitrante en España, lo mismo que decía Keynes; “Es mejor tener a la población cavando agujeros y tapándolos antes que tenerlos desempleados”. Menos mal que la gente de mi pueblo, trabajadores del campo, nunca conocieron a Keynes, porque se hubieran matado de la risa si lo oyeran. Y si lo sabe la gente de mi pueblo que de economía andan justos, cualquiera con dos dedos de frente sabría que así no se sale de la crisis.
Podemos quedarnos años discutiendo si la solución a la crisis es aumentar el gasto público, endeudando el estado para suplicio de nuestros nietos. O reducirlo, que aunque a nivel económico posea mucho más sentido, tampoco va a brindar por si solo la solución a un modelo económico basado en la construcción, que fue solo fruto de una noche de verano.
Pero también podemos darnos cuenta de que como en el siglo XV, Occidente se encuentra cercano a su fin por el fallo sistémico de su concepto de vida basado en el becerro de oro del consumo. En el Siglo XV, fue España quien cambió todos los paradigmas conocidos, al descubrir un Nuevo Mundo, y trajo la ventana de escape a un mundo falto de ideas para mejorar la situación económica de sus habitantes. Muchos estarán en desacuerdo conmigo y se preguntarán como soy tan “iberocentrista” como para pensar que esta península es el centro del mundo, como lo era en el Siglo XV.
Y es cierto que España hace largo tiempo ha dejado de ser el centro del mundo. El centro se desplazó primero al Norte (Francia, Reino Unido, Alemania), luego al Oeste (Estados Unidos), y finalmente se está desplazando al Este, al extremo oriente (Japón primero y ahora China). Y realmente es cierto, el futuro parece estar cada vez más en manos del poder amarillo. Norteamérica se derrumba consumida por su capitalismo salvaje, y la vieja, blanca, y agotada Europa, lo único que quiere es dormir la siesta de su vejez, con tranquilidad y sin sobresaltos, para al final morir dulcemente embriagada en su estado del bienestar ficticio.
España está ante la encrucijada de seguir con la economía de bajo valor añadido, con algunos parches, o crear un sistema económico revolucionario basado verdaderamente en la innovación y las oportunidades, como lo han hecho Taiwan, Singapur o Corea antes. Aún tiene una gran oportunidad. La oportunidad de encontrar el cielo, o caer en el abismo de una decadencia más dolorosa que cuando perdió su imperio. Y sería ridículo caer cuando tenemos el apoyo de nuestros fieles aliados europeos y transatlánticos, que eran nuestros enemigos y rivales en tiempos pasados. Podemos seguir peleando por saber si la izquierda o la derecha es mejor, o dedicar todos nuestros esfuerzos a la innovación y a la productividad, apostar por la educación, incentivar la creatividad y premiar el talento y el trabajo duro. Aunque los cínicos nos tacharán de utópicos, como antes tacharon a Cristóbal Colon.
Mejor dediquemos nuestras energías y recursos a una aventura que de nuevo avive el espíritu de nuestros hijos, y nuestros nietos que viven alejados del mundo real, que solo quieren que otros trabajen por ellos, mientras viven la cultura del ocio, de las fiestas, la droga, como en la decadente Roma imperial.
El futuro está aquí, nadie lo ha llamado. Pero estamos en la encrucijada entre acabar con los recursos del planeta, o dar un giro radical a nuestra manera de coexistir en en la aldea global. Necesitamos nuevas alternativas para nuestro enfermo mundo antes que sea demasiado tarde, y acabemos de expoliar todos sus recursos, si es que sobrevivimos a las apocalípticas profecías de los mayas para 2012.
La Tierra avanza en su tecnocracia sin una dirección definida, y sigue encadenada a la ilusión de ser el centro del universo. Miles de años han transcurrido y aún se sigue peleando por unas miserables piedras o por petróleo, igual que todos los días se pelea en Jerusalén o en Irak. Lamentable espectáculo de la falta de evolución de la humanidad.
Seguro que si hubiera alguien vigilándonos desde arriba, pensaría que los humanos son definitivamente una raza de locos, viviendo por encima de sus posibilidades, destruyendo su entorno, luchando por unos metros de tierra. Una raza con una tecnología enormemente avanzada, pero con la irresponsabilidad de un niño a la hora de usarla.
Y una idea revolucionaria: tal vez la solución no esté dentro, sino fuera de nuestro planeta, en la carrera espacial. Los científicos han cambiado sus teorías sobre la existencia de vida fuera de la Tierra, para reconocer finalmente que es más que probable. Así lo prueba el descubrimiento de más de 300 planetas en los últimos años, en distintos lugares del universo (y estoy hablando de afirmaciones del National Geographic, no mías). En realidad era tan fácil como pensar que si el universo era infinito en extensión, tendría que haber infinitas probabilidades de vida. Y ahora no lo pensamos sólo yo, y unos cuantos lunáticos más, también lo piensa la comunidad científica. Tal vez no sea una idea tan descabellada empezar de cero y buscar la última frontera…
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R.L.B. es un amigo personal, empresario, máster cum laude en Gestión Internacional de la Empresa por Thunderbird (USA), y actualmente gerente de una de las mayores franquicias internacionales en Centroamérica.
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2 Responses to "La alternativa de la nueva España en la vieja Europa."