A poco más de un año de haber ganado las elecciones en Estados Unidos, y con un Premio Nobel de la Paz, el Presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama tiene muchos ojos fijos en él. Sin embargo no le ha tocado un mandato nada fácil, y aún tiene mucho que demostrar: sus grandes asuntos de estado serán la mayor crisis que el mundo ha vivido desde la Gran Depresión, el avispero de Oriente Medio, la eterna reforma de la sanidad y de la educación en EEUU, y una política honesta e inteligente en América Latina.
En su primer año hemos visto aciertos y errores, y varias de sus promesas siguen en el aire posiblemente porque el camino no está siendo tan fácil como él esperaba. Sin embargo, Obama se ha sabido rodear de los mejores, incluyendo a los Clinton (era más que conocida su mala relación personal con Bill Clinton). Eso es lo que hace un líder, su capacidad de aunar talento y de movilizar a gente. No vamos a juzgar en éste artículo su éxito o fracaso como presidente, sino sus dotes de liderazgo y su carisma indiscutible.
Obama protagoniza uno de los discursos más memorables de a historia, paradójicamente tras perder el estado de New Hampshire contra Hilary Clinton en las primarias.
Lo primero que hace un hasta entonces desconocido candidato a la presidencia es felicitar a la senadora Clinton. Sabe que los republicanos han cavado su propia tumba (políticamente hablando) durante los últimos dos años y su verdadera rival está en las primarias del partido demócrata. Obama es capaz de hacer de su ajustada derrota en New Hampshire una victoria de todos los demócratas y por tanto, la hace también suya. Además, al electorado siempre le ha gustado el “fair play“, no que sus políticos se comporten como niños.
Obama habla de cambio con la pasión y el estilo de un predicador “sería una cuesta empinada” o “hablasteis por el cambio, con vuestras voces…” que es algo que el pueblo americano agradece, ya que tiene la religión muy presente en su vida diaria. Utiliza frecuentemente la expresión “algo está ocurriendo” como un estribillo, que aumenta la tensión y la expectación del discurso y contribuye a ésa idea de cambio (ocurre algo que antes no ocurría). Enfatizar ideas mediante la repetición es necesario no sólo en el discurso, sino también en otros géneros como la poesía o la música.
Se ha dicho en ocasiones que las multitudes siempre tienen una inteligencia menor que la suma de los individuos que la componen. Es importante, especialmente en el ámbito de la política, mandar un mensaje uniforme, un mensaje simple, que la gente pueda comprender y que quede bien grabado en la cabeza a la hora de ir a votar. No caben ambigüedades en política, ni mensajes complicados: la gente prefirió en las elecciones de 2004 a un George Bush simple y cercano antes que un John Kerry demasiado intelectual y ambiguo.
En su contenido emplea su discurso integrador en un pueblo que es un crisol de culturas, religiones y etnias “men and women, in Des Moines, and Davenport, and Lebanon, and Concord”.
“Algo está ocurriendo”, repite Obama. En un país donde la abstención es altísima, la gente hace largas colas para ir a votar e incluso los jóvenes (que generalmente no se preocupan mucho por la política) acuden masivamente (y de paso hace otro guiño a otro colectivo). “No importa el partido, ni ser ricos o pobres, blancos o negros, latinos o asiáticos, New Hampshire o Iowa, Nevada o Carolina del Sur” y sigue haciendo guiños a su electorado. “algo está ocurriendo”, y se responde a sí mismo con un tono casi mesiánico: “El cambio está ocurriendo”. Obama aprovecha el descontento popular contra los republicanos y de alguna manera se apunta el mérito de la alta participación en las urnas como suyo (que en realidad no lo es del todo, pero a nivel discursivo y estratégico es indiscutiblemente una gran jugada).
Y ahora pasamos a analizarlo en clave de lógica. Obama encadena varias premisas para formar un silogismo casi perfecto: Algo está ocurriendo > Ocurre que América quiere el cambio > Yo represento el cambio > Yo soy el candidato ideal para América.
Más adelante Obama agradece a la audiencia todo el esfuerzo y la dedicación (a cualquier audiencia les gusta que les adulen un poquito), ya que ellos serán “quienes saquen al país de un largo periodo de política oscura”. El discurso se vuelve casi de visionario, profeta o iluminado; pareciera que el mago Gandalf estuviera arengando al ejército del bien contra los orcos de Mordor en El Señor de los Anillos (si se me permite la comparación).
En cuanto a la gestualidad y la puesta en escena, Obama habla con total seguridad en sí mismo y no vacila ni un momento. No lee un papel ni fija su vista en un punto como un orador nervioso, sino que se dirige a toda la audiencia, mirando a todos los asistentes. Éso es lo que hace un gran orador. Quizá sus manos pudieran tener mayor riqueza de movimiento o ser más descriptivas para reforzar su discurso, pero no se puede decir realmente que haga gestos agresivos o que la audiencia pueda malinterpretar.
“No habrá un problema que no podamos solucionar, no habrá un destino que no podamos alcanzar”. ¿y cómo?. De nuevo hace un discurso integrador, usando oraciones coordinadas, dotando de una simetría perfecta a sus enunciados. “Juntando a médicos y pacientes, trabajadores y empresas, demócratas y republicanos”. Hay una equidistancia perfecta entre las contrapartes para que nadie se sienta menospreciado “A y B, C y D, E y F…”.
Un poco más adelante, enardece al pueblo al hablar de lobbys (grupos de presión) como las aseguradoras médicas, o de las empresas que se llevan el trabajo fuera del país. Un buen líder tiene que liderar la lucha por algo y en ocasiones contra algo. Su predecesor George W. Bush obtuvo grandes réditos con éste tipo de discurso de confrontación constante distinguiendo entre “los buenos y los malos”, “los aliados y el eje del mal”, “patriotas y no patriotas”. Al igual que ocurre con el tema de los colegios y con las guerras de Irak y Afganistán, decir que se pueden solucionar asuntos de estado de tal envergadura de la noche a la mañana, en la situación económica en la que se encontraba el país, se trata de una declaración excesivamente idealista en el mejor de los casos y un tanto populista en el peor. Ésto eventualmente puede dar buenos resultados, dependiendo del caso. Pero como dice el refrán “Cada uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”.
Y a continuación enumera todos los demás problemas mundiales. Reconoce que todos los candidatos tienen los mismos objetivos y grandes ideas como él, “pero nuestra campaña siempre ha sido diferente… es porque lo importante no es lo que haré yo como presidente, sino también lo que haréis vosotros como ciudadanos podéis hacer para cambiarlo”. Aquí ya da por descontado que será presidente (es bueno mostrar certeza en algo) y además hace suya un frase histórica pronunciado por otro presidente elevado a la categoría de Kennedy en su investidura, un tanto adaptada: “No os preguntéis qué puede hacer vuestro país por vosotros sino lo que vosotros podéis hacer por vuestro país”.
Y tras defender que su proyecto no es una utopía poco después empieza a formalizar y sintetizar al máximo todo lo que ha dicho en tres palabras que marcarán su campaña “Yes we can” (sí, podemos”. Y como un mantra que cobra fuerza al repetirlo, el público lo corea una y otra vez: “Yes we can”. Un eslogan que su rival McCain intentó combatir con su “Stand up for your rights, stand up and fight!” (Levántate y lucha por tus derechos) en un intento para sacar a los norteamericanos de su apatía y su desencanto con la clase política.
Y entonces Obama evoca una serie de ideas e iconos americanos que han sido muy estudiadas por los filólogos ingleses, y que sólo un americano puede entender en toda su amplitud: “los documentos fundacionales” o la constitución americana de 1787 de Filadelfia, la constitución más antigua que se conserva en vigor, creada por los Padres Fundadores.
Y a partir de aquí, si tuviéramos que elegir un género literario para el discurso de Obama, seguramente el que mejor lo describe en el contenido y en la forma, sería la épica; habla de la lucha por la libertad de los esclavos (hace un guiño a los afroamericanos, aunque sin abusar de su propia condición). Y hace un breve pero intenso repaso a los capítulos más destacados de la historia de los Estados Unidos, hablando de las oleadas de inmigrantes que llegaban en oleadas a los EEUU, de la conquista del Oeste, de la lucha por los derechos civiles, de la última frontera, de la Tierra Prometida. Obama habla nada menos que del Sueño Americano.
En su recta final habla de la famosa niña de Dillon, que un político español citó con bastante menos fortuna en un debate televisado, y finalmente habla del espíritu de unidad y de concordia que articula muchas culturas tan diversas en una sola nación. Tal vez varios de mis compatriotas españoles que tan a menudo critican a los americanos, podrían aprender algo de ellos.
El desenlace es bien conocido por todos; tras una espectacular remontada en varios estados, Obama finalmente derrotó a Clinton, y posteriormente se alzó con la presidencia por encima de Mc Cain.
El ritmo y el contenido del discurso resultan tan impactantes que parece elaborado en un laboratorio por los mejores oradores, politólogos, sociólogos y analistas. La ejecución y la puesta en escena por parte de Obama por supuesto resulta igual de magistral, y todo ésto en sólo 10 minutos; un producto de marketing simplemente perfecto.
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Por Alberto López Correa.
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