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cada-color-su-sabor“Los hombres casi siempre caminan por vías que otros abrieron y proceden en sus acciones por imitación.

Aunque no puedan seguir estrictamente los caminos de los otros ni superar el talento de aquellos que imitan, el hombre prudente debe seguir siempre los caminos abiertos por los grandes hombres e imitar a los más excelsos, de modo que aunque no se les compare, al menos se les aproxime.” – Nicolás Maquiavelo, en “El Príncipe”

Cuando empecé a visitar Lisboa, de niño, en la década de los sesenta del siglo pasado, uno de los paseos era hacer la travesía del Tajo, mirar la ciudad desde el río, irse hasta la otra orilla y tapear por allí. Recuerdo que, en el muelle de embarque, junto a los barcos “cacilheiros”, estaba siempre un hombre vestido de blanco, vendiendo caramelos que transportaba en una cesta, semejante a las que se usaban en mi Sevilla para vender cigalas y gambas. Me acuerdo, en particular, de su pregón: “Cada color su paladar.” ¡Y cuántos me parecían los colores!

La Moda de las Modas

Hoy en día no hay más de esos caramelos: los tiempos cambiaron. Sin embargo, parece haberse quedado el pregón – siendo diversas las golosinas y más adaptadas a otras edades. No bastaba ya la incertidumbre actual, la inestabilidad del mundo y el afán por intentar poner orden en el caos, que aun tenemos que confrontarnos con unos heraldos que, como en los tiempos antiguos, declaran la guerra – ¡total! Están por eso inquietos los gestores, desorientados, hasta recelosos: son necesarias nuevas soluciones; hay que hacerlo diferente. ¿Pero qué? ¿Cómo? ¡Todo! Cual tabla de salvación, experimentar el último grito en la materia, surfear en la cresta de la última ola – la búsqueda de las modas en la gestión está alcanzando límites impensables.

Dicen los especialistas – al menos los más radicales, que son siempre los que consiguen mayores audiencias – que prácticamente todo lo que ayer ayudó a los gestores a alcanzar el éxito, hoy ya no sirve: hay que echarlo fuera y sustituirlo.

La Ayuda de los Gurús

Encantados con un mercado tan floreciente, los gurús se desdoblan en iniciativas: conferencias, seminarios, debates, artículos en revistas de la especialidad, libros repletos de recetas milagrosas, etc., etc. Es que, siendo especialistas en la materia – cambio – como lo son, hay que dar el mejor ejemplo y no desperdiciar oportunidades. El ritmo no puede disminuir: producir, producir, producir, inventándose algo por el medio, parece ser la palabra de orden.  Todavía cualquier teoría o práctica nueva no está consolidada y ya otra se propone sustituirla. Al final, ¿quién comanda el qué? ¿La necesidad a la demanda y ésta a la oferta, como constaba en los manuales, o la inversa?

En este ritmo de inventiva continua, somos bombardeados casi diariamente con nuevas teorías, nuevas ideas, nuevas concepciones, nuevos modelos, nuevas palabras. Surge la fiebre del Downsizing, para que, pasados un par de años, los propios autores se demarquen de su aplicación, alegando que las empresas se estaban enflaqueciendo con aquel proceso. Nos llega la Reingeniería, para que, algún tiempo después, los padres del niño, ya cada uno por su lado, nos encanten con sus múltiplas explicaciones para el tan elevado porcentaje de fracasos. ¿Cómo entender estas incongruencias? ¿Será precipitación? ¿O será una manera de hacer frente a la creciente vorágine de los clientes – cuales niños de ojos desencajados delante de tanto colorido?

El Dilema de los Gestores

Frente al panorama actual de crisis acentuada y prolongada, ¿qué deberán hacer los pobres gestores? ¿Quedarse quietos aguantando el barco, con los medios que tengan, hasta que la tempestad amaine y de nuevo asome una posibilidad de retoma, que, por arrastramiento, tire de las empresas? ¿Seguir una política de avestruz y esconder la cabeza debajo de la tierra ignorando totalmente los cambios que ocurren? ¿Silbar al aire disfrazando las convulsiones que asolan, a veces hasta en sus propias empresas? ¿Embarcarse en cualquier solución pregonada como la cura para todos los males? ¿O, aún, como sugería hace unos años el irreverente Tom Peters – maestro gurú -, destruir y echar fuera todas las fuentes anteriores de éxito y construir nuevamente todo, de raíz? ¡Qué dilema! Y lo peor es que, si hacen alguna cosa y la estrategia no resulta, probablemente serán acusados de falta de visión y de destruir lo que la empresa aún tenia de mejor; pero, por otra parte, si se quedan quietos, podrán correr el riesgo de ser condenados por no haber hecho nada para frenar la degradación de sus organizaciones.

¿Qué hacer entonces? Tal vez, pensarán los más ponderados, deban dedicarse al estudio, análisis y reflexión, buscando encontrar, en el saturado mercado de la consultoría, la(s) solución(es) que mejor se adecue(n) a sus empresas. Pero ahí tendremos un nuevo problema: a la velocidad a la que surgen las teorías y las modas, será casi necesario que el gestor abandone sus funciones en la empresa y, así mismo, sin la garantía de que el tiempo disponible le permita acompañar debidamente todas las novedades. Por otra parte, esta opción podría tener la ventaja de testar un nuevo sistema, dispensando a los gestores y entregando la empresa al colectivo de sus colaboradores directos, sin ninguna distinción entre ellos. ¿Quién sabe si la experiencia no podría constituir un revelador case study – de aquellos que los pos grados y los masters para hacer curriculum no descartan?

El El Dorado

Los gestores viven hoy en día angustiados con la incertidumbre constante de los mercados y la certeza de la imprevisibilidad creciente sobre el día de mañana. La esperanza de que aparezca una poción mágica y el ansia de que sean los primeros en experimentarla es tal que todo lo que tenga un olorcillo a novedad de inmediato merece la atención. Varias revistas, dedicadas al mundo de los negocios, han referido este mercado como viviendo un verdadero El Dorado, pleno de futuro.

La inadecuación de muchas de las viejas prácticas y presupuestos a la realidad de nuestros días es un hecho y los gurús,  atentos a las oportunidades, se pusieron mano a la obra, produciendo conceptos tras conceptos. Asistimos, así, a la sucesiva presentación de las más variadas buzzwords, rodeadas de pompa y circunstancia. Patrocinadas por revistas, periódicos, editoriales, universidades y multinacionales de consultoría, vemos la promoción de modas de gestión, apoyadas en poderosas máquinas de marketing, todas prometiendo que su última novedad lava más blanco –  ¿todavía se acuerdan del detergente que lo pregonaba?

La Verdadera Receta

Los gurús, cuales curanderos de empresas, saben que sus enfermos desean curas fantásticas, noticias optimistas que apunten a un futuro próspero y abastecido – de preferencia luego allí, que las perspectivas ahora son a corto plazo. Pero pocos son los gestores que verdaderamente parecen preocuparse de hacer un verdadero diagnóstico – o se meten en causa – y hacen un trabajo serio y competente que lance hoy las bases que permitirán ganar el futuro mañana. En cierta manera, me hacen recordar a un amigo que recusaba a ir al médico porque, decía: “Salgo de allí lleno de enfermedades.” Entonces se anticipaba y se tomaba un verdadero coktail de medicinas, de cosas que habían hecho bien a alguien – como prevención o porque tenía unos síntomas semejantes a.

¡Y conocía todas las drogas! Además, otra de sus características era justo el preocuparse en estar  up-to-date. Si fuese gestor – que no lo era -, seguro que, después de haberse sometido a sí mismo y a todos sus cuadros superiores a un Assement, no dispensaría, en ayuno, al despertar, unas gotitas diluidas de Benchmarking;  dos cucharadas de jarabe de Empowerment, con el café de la mañana servido por su asistente; tres grageas de Inteligencia Emocional al almuerzo y a la cena; como complemento de la sesión semanal de Coaching, una ISO 9000 y algo más, adecuada a la situación, mensualmente; un B.S.C. por trimestre; sin olvidar, obviamente, el supositorio diario (solo para cambiar la forma de administración y no por ser, comprobadamente, de absorción más rápida), antes de dormirse, de Liderzazo Transformacional, hecho que estaba ya el tratamiento con Downsizing. Probablemente, la empresa hubiera quedado enferma del mismo modo; pero claro que no por responsabilidad suya: todo lo había intentado.

El Trigo y la Paja

En todos los mercados y en todas las actividades hay buenos y malos productos; hay gente honesta y menos honesta. Aún: si miramos con atención a algunas de las modas actuales, podremos constatar que, en varios casos, de novedad poco tienen – en verdad, muchas de las cosas divulgadas ahora con gran alarido asientan en conceptos antiguos y en estudios e investigaciones realizadas hace ya muchos años y, a veces, por investigadores que nada tienen que ver con los nombres que los presentan después y los defienden como suyos – como sucedió, por ejemplo, con el concepto de Inteligencia Emocional, que no es originalmente de Goldman. En otros casos, es el buen sentido – hoy en día demasiado perdido – transformado en teoría revolucionaria. Sobrarán, en el futuro, algunas, pocas, que perdurarán.

Un innegable mérito, sin embargo, han tenido los gurús actuales: la gran capacidad de explotación mediática – y comercial, dígase, que, desafortunadamente, tanta seriedad retira a mucha cosa con fundamento y bien adecuada. La sabiduría – y el viejo, actual y fututo saber hecho de la experiencia – aconseja, pues, prudencia en la adhesión a las olas, hasta por que las modas, a pesar de las facilidades de hoy, siempre tardan a llegar a este extremo de Europa, habiendo, por eso, el riesgo de que, cuando arriben, estén ya pasadas.

Sin duda hay mucho que cambiar, revisar, aprender y, sobre todo,  innovar – lo que, dígase, difícilmente se consigue siguiendo a otros, sea en lo que sea. Como las  personas con sus personalidades, las organizaciones necesitan de tener una cultura propia que las diferencie, que  les dé una identidad distintiva. Ahora esto no solo requiere tiempo para consolidarse, como es, bajo mi punto de vista, incompatible con seguidismos y enlatados. Las culturas se crean de dentro para fuera, surcando, ciertamente, “caminos abiertos por los grandes hombres e imitando a los más excelsos”, pero incorporando eso en su patrimonio y en el rumbo definido y no descaracterizándose con modas sobre modas. Además, en muchísimas organizaciones, ni lo más simple, básico y obvio está hecho. ¿Por qué y cómo añadir más construcciones sobre zanjas tan frágiles?

Hace mucho que he aprendido que apenas lo que  es sólido y consistente se mantiene; todo lo demás es tragado por la vorágine de las olas de sucesivas mareas. Una obra, metodología o teoría que no resista al tiempo – aunque con sucesivas actualizaciones – es porque ha sido mal construida y no estaba suficientemente fundamentada. Miremos al ejemplo de donde he retirado la citación de abertura de este artículo, El Príncipe de Maquiavelo: fue escrito en 1513 – y sigue hoy de una impresionante actualidad.

En el caso de la gestión, muy probablemente no serán más que productos de marketing al servicio del vasto mercado de las novedades. Si estuviéramos atentos y fuéramos un poquito dados a analogías,  seremos capaces de ver que incluso los mejores surfistas solo se mantienen en la cresta de la ola por breves momentos – después, bracean unos metros, fluctúan y aguardan la próxima que puedan cabalgar, reiniciando el ciclo.

Estoy seguro de que algunos de los nuevos conceptos y teorías podrán dar una valiosa contribución al progreso y desarrollo de las organizaciones; pero hay que saber separar el trigo de la paja y no entrar en euforias precipitadas, a veces con costes elevadísimos – más para los otros, desafortunadamente, de que para el que toma la decisión y encarga los trabajos. Me resulta claro que cualquier persona tenga el derecho de hermosearse con una visible camisa de marca – de las que tienen cositas bordadas a la altura del corazón -, pero conviene que empiece por estar bien calzada, porque es sobre los pies que el cuerpo se sostiene y con ellos se anda, se corre o, incluso, se huye, cuando la ocasión lo recomienda.

Siguiendo los consejos de los propios gurús, probablemente solo nos queda una solución: ponerlo todo en causa – incluso a ellos mismos y sus teorías. O, como decía el tal vendedor, vestido de blanco, de los caramelos coloridos: “! Déjalas que se posen, déjalas que se posen!” (se refería, como resultará obvio, a las palomas que por allí volaban y que la gente intentaba alimentar – en este caso, con maíz y pedacitos de pan).

* Fausto Marsol es Consultor en Desarrollo Organizacional y Profesional y autor de Maquiavelo para Gestores Contemporáneos (Editorial Corona Borealis, Marzo de 2010)

Revisión del texto castellano de Javier Rodríguez Casado.


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2 Responses to "Cada color su sabor"

  1. Francisco  21 septiembre 2010

    Déjalas que se posen, déjalas que se posen. Vivimos un estupendo momento para diferenciar lo malo de lo peor. Y el café para todos ya no encaja!

  2. Alberto López Correa  22 septiembre 2010

    Es seguro que se acabó el café para todos =)

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